🧹 Capítulo 15 ⭐

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Capítulo 15


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El miércoles que Esperanza faltó, varias personas echaron de menos sus habilidades.

Ella le había pedido permiso a Gerardo Soler, director del hospital, para poder tomarse el día. Pero como nadie más sabía que no iba a estar, un par de secretarias, un médico y una de las contadoras la mandaron a llamar.

Los técnicos se vieron obligados a hacer su trabajo, acostumbrados como estaban a tener muchos ratos libres porque Esperanza se encargaba de muchas de sus funciones. Pero ninguno de ellos hacía las cosas de la misma forma que Esperanza y no tenían el conocimiento contable que ella poseía.

La llamaron al celular y ella resolvió algunas de sus dificultades, pero el resto de las cuestiones que necesitaban su presencia tendrían que esperar hasta el jueves.

Se hizo todos los exámenes al pie de la letra. De algunos obtuvo los resultados de inmediato y otros quedaron pendientes por reclamar en los días siguientes. La próxima cita con Berenice la tendría una semana después, una vez reuniera todos los resultados.

Rápidamente dieron las cuatro y media de la tarde.

Esperanza entró a un baño público, luego se apresuró a rehacer su trenza castaña y también se puso algo de perfume. Hubiera querido usar un poco de maquillaje para suavizar la apariencia de su rostro y ocultar los granitos, pero Berenice había sido muy estricta cuando le dijo que no podía aplicarse nada en la piel. Cualquier loción, crema o sustancia obstruiría más sus poros.

Apenas estaba saliendo del baño cuando su celular zumbó.

Era Sebastián.

Esperanza quedó de encontrarse con él en un parque cercano.

Cuando ella llegó, él ya estaba ahí.

A Esperanza le encantaba verlo de bata blanca, vestido de forma pulcra y elegante. Sin embargo, también quedó fascinada al verlo con ropa informal.

Sebastián llevaba unos jeans oscuros y una camisa azul que dibujaba muy bien los contornos de sus brazos y hombros. El corazón de Esperanza comenzó a latir de forma desbocada a medida que se acercaba a él.

—Buenas tardes, doctor.

Sebastián le sonrió.

—Hola, Esperanza ¿Cómo fueron tus exámenes?

—Ya me los hice y sólo tengo que esperar los resultados. Todo esto ha sido gracias a usted.

—De nada habría servido mi ayuda si tú no la hubieras aceptado.

—Aun así, le estoy infinitamente agradecida por todo.

Sebastián quería tocar sus manos, abrazarla y ni hablar de volver a besarla. Pero con Esperanza había aprendido que las cosas simplemente fluían, no ocurrían bajo presión.

La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora