🧹 Capítulo 8 ⭐

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Capítulo 8

Esperanza no pudo evitar sentir curiosidad cuando vio al doctor Cardona salir de la cafetería con una expresión rígida y a todas luces, furiosa

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Esperanza no pudo evitar sentir curiosidad cuando vio al doctor Cardona salir de la cafetería con una expresión rígida y a todas luces, furiosa.

Parecía alguien amable y muy profesional. Ella había pasado con su carrito de la limpieza el día anterior y lo había visto atendiendo a un paciente en la sala de urgencias del primer piso.

—¿Sí notaste que te estuvo mirando casi todo el rato?

Esperanza se volvió hacia Nicolás.

—¿De qué hablas?

Él arqueó una ceja.

—Sabes de quién hablo, Espa.

Ella siguió comiendo su pastelillo.

—Ten cuidado — prosiguió él —. No estoy seguro, pero parece que el doctor Cardona está interesado en ti.

—Él no está interesado en mí, Nicolás. Eso es absurdo. Y en cualquier caso, ¿por qué soy yo la que debe tener cuidado? ¿Por qué es sólo mi responsabilidad?

Esperanza sabía la respuesta.

Porque ella era la empleada de la limpieza y él un médico. Claro que lo entendía, pero con Nicolás sentía la confianza suficiente para desahogarse.

—Te conozco, Espa — repuso él mirándola con atención —. Si te digo que tengas cuidado es porque salta a la vista que tú también estás interesada en él.

—No te preocupes por mí. Sabes que no arriesgaría mi trabajo por nada del mundo y estoy muy consciente de que alguien como él está totalmente fuera de mi alcance.

Nicolás no pareció convencido.

—No sé, Espa. El doctor nuevo es muy serio. Aunque las enfermeras y las secretarias se esfuerzan por resultarle agradables, sólo lo he visto charlar contigo — hizo una pausa —. No espero que me cuentes qué fue lo que pasó el otro día en el baño, pero era evidente que ustedes no hablaban de nada laboral.

Esperanza tampoco acababa de entender muy bien al doctor Cardona y lo que pretendía de ella. Si fuera un hombre coqueto, como algunos de los médicos en el Nueva Fundación, buscaría a las secretarias, a las enfermeras jóvenes y a las oficinistas guapas, no a ella.

—No voy a arriesgar mi trabajo por nada — repitió con más firmeza —. Ya le dejé en claro que no quiero que se me vuelva a acercar.

La sonrisa de Nicolás fue espléndida.

—Entonces no sólo está interesado en ti, sino que ya te lo ha manifestado.

Esperanza suspiró.

—Se acabó el descanso. Nos vemos más tarde.

Nicolás agarró su mano suavemente al ver que se levantaba.

—Mereces cosas muy buenas, Espa. Eres la persona más buena y valiosa que conozco.

Ella tragó saliva y apartó la vista.

Muy poca gente le hacía cumplidos, pero cuando los recibía, no sabía cómo reaccionar a ellos.

Muy poca gente le hacía cumplidos, pero cuando los recibía, no sabía cómo reaccionar a ellos

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La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora