Capítulo 13
Francisco Arias supo que su hija había llorado, nada más ver sus párpados hinchados.
—No comiste lo que te dejé ayer, Esperanza — comentó mientras le veía meter sus cosas en su bolso.
—Disculpa, papá. Llegué muy cansada.
Él asintió.
—En la encimera está tu almuerzo.
Ella dejó lo que estaba haciendo y se volvió para mirarlo.
—Papá, soy yo la que debería cuidarte...
Francisco alzó una mano con gesto determinante.
—Tú ya haces demasiado. Yo tengo que contribuir con algo. No puedo pasármela todo el día sin hacer nada.
Esperanza se inclinó para poder estar a la altura de su padre.
—Ya sabes que no me gusta que hables así. Mamá y tú me lo dieron todo. Ojalá pudiera darte más, mucho más. Estoy segura de que con un buen tratamiento, podrías recuperar algo de movimiento.
Francisco miró a su hija con el mismo cariño infinito con que los padres de Sebastián lo veían a él.
Aunque la ausencia de su esposa le dolía todos los días, agradecía que Esperanza no hubiera ido con ellos en el taxi ese día.
—Yo ya me hecho a la idea de que siempre voy a estar así y lo acepto — repuso tomando la mano de Esperanza y besándola —. Mi único deseo es verte a ti feliz, realizando tus sueños.
—Y mi felicidad es tenerte en mi vida, papá. Un regalo que agradezco siempre, antes de dormir.
Cuando se pierde a alguien muy cercano, como les había ocurrido a Esperanza y a su padre, nunca se daba por sentada la presencia de las personas.
La vida podía cambiar en cualquier momento.
—Te quiero mucho, papá.
Esperanza le dio un beso en la frente a su padre.
—No cocines hoy. Traeré comida de afuera y el batido de vainilla que tanto te encanta.
Francisco se había angustiado mucho al notar que su hija estuvo llorando, pero también percibió un brillo muy intenso en sus ojos verdes que no le había visto nunca.
Incluso su tono era animado y sus labios estaban curvados tenuemente.
—Yo también te quiero mucho, Esperanza. Eres la luz de mi vida.
El milagro por el que había estado pidiendo Francisco tantos años, se había realizado.
Aunque todavía no supiera la razón, su hija por fin estaba empezando a ser feliz.
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La chica de la limpieza
ChickLitSebastián acaba de entrar a trabajar como neurólogo en el Hospital Nueva Fundación. Es un hombre serio, profesional y muy organizado que sólo quiere realizar un buen trabajo y ejercer su pasión: la medicina. Su visión práctica y cuadriculada cambia...