🧹 Capítulo 19 ⭐

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Capítulo 19

Esperanza no se molestó por la huida intempestiva de Sebastián

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Esperanza no se molestó por la huida intempestiva de Sebastián. Era una mujer comprensiva e independiente que entendía que no siempre las personas están en su mejor momento. Y eso no las hacía malas.

Pero sí se molestó profundamente con él debido a la actitud que tomó a partir de entonces.

Sebastián se disculpó con ella luego y le pidió que le transmitiera a su padre esas mismas disculpas.

Sin embargo, él comenzó a mostrarse de una forma muy fría y distante con Esperanza. No quería besarla, no la miraba con deseo y ni hablar de volver a hacer el amor. Apenas la veía en el hospital, su semblante pasaba de una serenidad ensimismada a una tensión sombría que apenas podía disimular. Durante la semana siguiente, ella lo estuvo esperando para que ambos se sentaran en la cafetería, pero él no apareció, argumentando que tenía mucho trabajo.

Ese cambio en la forma de tratarla, comenzó a entristecer a Esperanza. Muy pronto la tristeza se transformó en enojo.

—¿Te gustaría que fuéramos a una cafetería o a un restaurante a comer algo? — le preguntó a Sebastián un viernes que ambos salieron del hospital — Yo invito.

Ella le sonrió y luego tomó su mano.

Estaba cansada de soportar la ausencia y la frialdad de Sebastián. Pero se le ocurrió que tal vez lo que le hacía falta era salir a distraerse un rato. Era la clase de mujer que pensaba que no debía recaer en el hombre toda la responsabilidad de proponer los planes.

—Perdona, Esperanza — dijo él, soltándose suavemente de su mano —. Estoy muy cansado y mañana debo empezar un turno de veinticuatro horas. Necesito dormir.

Esperanza tomó aire con fuerza.

Estaba bien que quisiera descansar, ella lo entendía. Pero la manera en que Sebastián se comportaba, la forma en que le decía las cosas, seguía siendo muy displicente.

—¿Te gusta otra persona?

Ella se sintió tonta nada más preguntar aquello. No era celosa y mucho menos beligerante. Esa fue una de las tantas cualidades que la convenció de estar con Sebastián. Él motivaba sus sentimientos positivos, ambos se ayudaban mutuamente a prosperar. Había muchas personas que sólo espoleaban conductas tóxicas en sus parejas.

—No existe nadie más que tú, Esperanza. Eres la única mujer con quien quiero estar.

Sebastián se detuvo y sujetó el rostro de ella entre sus manos.

A Esperanza la recorrió una sensación muy agradable debido al contacto. Pero la reserva no había abandonado los ojos de Sebastián y ella percibió una emoción muy intensa mientras lo miraba. Miedo.

—¿Entonces qué pasa? Te he notado muy extraño todos estos días.

Sebastián contempló los ojos verdes de Esperanza durante un largo instante.

La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora