🧹 Capítulo 22 ⭐

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Capítulo 22

—Ven, Esperanza, es hora de irnos — dijo Lili, una vez salió de la oficina del rector

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—Ven, Esperanza, es hora de irnos — dijo Lili, una vez salió de la oficina del rector.

Esperanza se puso en pie y cargó con su mochila.

Tenía las trenzas deshechas, pero su expresión triste era lo que más llamaba la atención.

—Perdón, mamá. No quise portarme mal.

Lili la llevaba de la mano, con la misma dulzura de siempre. Sin embargo, Esperanza sabía, a través de su silencio, que su madre estaba molesta.

—¿Entonces por qué te portaste mal?

Ella sólo clavó la mirada en el suelo mientras salían de la escuela.

Lili se detuvo y se inclinó hacia ella, sosteniendo sus manitas.

—Sabes que puedes contarme lo que quieras, Esperanza. Puedes confiar en mí y decirme lo que sea.

Los ojos de Esperanza se encharcaron.

—Mario... y sus amigos, estaban diciendo cosas sobre ti — hipó —. A mí me dio rabia y llené sus mochilas de pintura.

—¿Qué estaban diciendo sobre mí?

Esperanza no quería decirlo.

—No me voy a sentir ofendida, mi vida.

Volvió a hipar antes de hablar.

—De-decían que tú eras una señora gorda y fea.

Esperanza se soltó a sollozar con ganas, luego se echó sobre los brazos de su madre.

—¡No quiero que nadie te insulte! ¡Por eso lo hice! ¡Esos niños son unos idiotas!

Lili sonrió y abrazó a su pequeña con un amor muy grande. Transcurrido un rato, una vez ella se calmó, ambas fueron a una heladería, la favorita de Esperanza.

—No puedes ponerte a pelear con todos los niños que digan cosas sobre mí o sobre tu papá — le dijo en tono cariñoso mientras le trenzaba el cabello de nuevo —. Si permites que las acciones de otros te provoquen ira o rencor, te habrán convertido en lo que ellos son. Y no debe haber lugar en el corazón de mi dulce Esperanza para algo tan negativo como el odio. Tu padre y yo decidimos llamarte así porque eso es lo que has traído a nuestras vidas desde que llegaste, luz y esperanza. Eres muy noble como para guardar sentimientos dañinos en tu alma.

Esperanza continuó comiendo su helado de fresa, pero las palabras de su madre quedaron grabadas en lo más hondo de su ser, donde la memoria se une con el corazón.

—Mañana les pediré disculpas a mis compañeros, mamá.

Lili acarició la barbilla de Esperanza y le dio un beso en la frente.

—Esa es mi niña preciosa.

—Esa es mi niña preciosa

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La chica de la limpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora