Capítulo 30

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No podía esperar una reacción positiva y que todo saliera como en los cuentos de hadas, pero, aun así, en el fondo tenía la pequeña esperanza de una mínima reacción positiva en ti.

Te quedaste congelado por un momento, incrédulo la mayor parte de ese tiempo. Luego el dolor y lo que pude interpretar como enojo, se hicieron presentes en ti y con algo de brusquedad, quitaste mi mano que estaba sobre la tuya, te levantaste y alejaste un poco. Todo el tiempo estuviste en mi campo de visión, dándome la espalda y lo único que pude notar fue que usabas tu celular.

Sí, sentí que fue una mala idea decirte que te amaba, pero al final siempre fui alguien impulsivo, ¿no es así? Era algo difícil de corregir en mí.

La soda y el helado, ninguno lo terminó, quedaron a medias, así como quedaban siempre las cosas entre nosotros, a la mitad, sin llegar a un final.

Luego de unos minutos, vi como un taxi se estacionaba cerca de nosotros, fue allí cuando volviste a mí, solo para levantarme en tus brazos y llevarnos a ambos al interior del vehículo. El camino fue incómodo y silencioso, el único ruido que se escuchaba era el de la lluvia cayendo, la cual apareció minutos después de habernos subido al taxi.

Me sentía demasiado culpable, me arrepentí absolutamente de todo en ese momento. No era la primera vez que deseaba olvidarte, pero sí fue la primera vez que deseé no haberte conocido nunca, porque me di cuenta de que nuestras vidas serían más sencillas y felices si nunca nos hubiéramos conocido. Estuve deseando eso por varios minutos al interior de ese vehículo y solo hasta que llegamos a nuestro destino, me di cuenta de que no servía de nada desearlo, nunca podría cambiar el pasado ni remediar las cosas que había hecho, tampoco podía borrar nuestros recuerdos. Solo podía rogar por una nueva oportunidad y mantener la esperanza por obtenerla.

Intenté pagar el taxi, pero lo hiciste primero sin darme la oportunidad de negarme. Sentía profundamente que me odiabas y que no me tolerabas, pero esas pequeñas acciones me confundían y me hacían sentir esperanza en nosotros.

Estaba pensando en qué debería decirte, en qué debería hacer. ¿Qué era lo que tú querías? ¿En qué pensabas? Era tan difícil sobrellevar esa incertidumbre y aquello me hacía sentir la persona más tonta del mundo.

No alcanzamos a llegar a la puerta de mi casa, cuando esta se abrió, dejándome ver a mis padres, los cuales estaban listos para salir. Fue fácil deducir que iban a salir a buscarme.

— ¡Ah! ¡Ryu Mai! — mi mamá parecía aliviada de verme, de seguro mis padres habían estado preocupados por mí. Mi papá salió a gran velocidad con una sombrilla mientras que mi mamá volvía al interior de la casa para buscar toallas con las cuales secarnos.

Entramos rápidamente, me soltaste con cuidado y pronto fuimos cubiertos por las toallas que mi mamá nos ofreció.

— Es casi medianoche, ¿dónde estabas? ¿Por qué no te entran las llamadas? — preguntó mi mamá algo angustiada aún. Mis padres no me habían visto en todo el día. Durante el año en el que estuve en Japón, mamá había conseguido un empleo de medio tiempo que le gustaba bastante, así que ahora pasaba mis tardes sola en casa. Además, no me había reportado con ella desde el almuerzo, era comprensible su preocupación.

— Creo que mi teléfono se dañó — dije no muy segura, sabía que me iban a regañar.

— ¿Otra vez? Ryu Mai, es el segundo teléfono que dañas en tan solo seis meses — mi papá se molestó, solo apreté mis labios con fuerza. Esa vez que estaba ebria y lancé mi teléfono debido a ti, con algo de suerte logré tener una excusa creíble para justificar su daño, pero esta vez la excusa era mucho más torpe que la anterior y lo peor es que esta era cierta. Me sentí frustrada ante la posibilidad de quedarme sin celular.

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