˙·٠•●♥[ La lluvia ]♥●•٠·˙

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Quizá fue ver a Bakugou de nuevo lo que la hizo lanzarse en un abismo de trabajo, ayunos y muchas horas extra, además que la hicieron perder un poco la noción del tiempo, sumado a su estricta y asfixiante rutina que la hundieron en una monotonía casi tortuosa.

Todoroki se había ido de viaje por unos negocios con sus padres y ella ya lo comenzaba a extrañar, así que para alejar la soledad de su cabeza estaba bebiendo en un pequeño bar local, tenía los mejores mojitos que había probado y ya había perdido la cuenta de cuantos iba.

Con pasos suaves y caidos caminó hacia su sombrilla para irse antes de que la lluvia empeorara, se despidió del amable señor a cargo y comenzó una caminata entre balbuceos y risitas recordando su estúpida vida.
Hacia frío. Cascarreo los dientes y se maldijo por llevar falda y saco. Miró el horizonte, ver el mar mientras llovía la llevaba a otra clase de dimensión.

—Es muy bonito —masculló perezosa. Caminó rápido para llegar a la orilla y sentarse en la baranda, tenía tanto tiempo sin sentirse tranquila que no dudó ni un minuto en enviar mensajes a sus jefes para decir que no podría asistir en los próximos tres días. Necesitaba un descanso, si claro que si.
Ochako admiró el mar por más de treinta minutos hasta empezar a dormitar, ya no sentía la potente lluvia sobre su piel ni las heladas ventiscas, solo miraba entre pestañas el mar inquieto y su oleaje corpulento.



Ochako admiró el mar por más de treinta minutos hasta empezar a dormitar, ya no sentía la potente lluvia sobre su piel ni las heladas ventiscas, solo miraba entre pestañas el mar inquieto y su oleaje corpulento

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Risas masculinas la hicieron abrir los ojos alerta, los carros ya ni siquiera transitaban y poca luz iluminaba el mar oscuro, comenzó a sentir el ardiente frío sobre su piel y se levantó en seguida. Confundida empezó a intentar exprimir partes de su ropa.

Un silbido y palabras obscenas la hicieron dar un brinco del susto. Cubrió su pecho que tenía la tela pegada a la piel y empezó a caminar rápido aún con los estragos del alcohol en su sangre. Entró en pánico cuando empezó a escuchar a ese grupo de hombres seguirla, alterada buscaba una luz segura con la mirada, sin darse cuenta comenzaba a correr entre el asfalto resbaloso y la lluvia se volvía turbia de nuevo.

En menos de un minuto un hombre la interceptó burlón, —no preciosa, no corras, te vas a despeinar y te vez muy bonita así, mojadita.

Las últimas palabras la hicieron sentir náuseas, entre el pánico y su mirada borrosa logró mirar un callejón en el que ingresó corriendo a como pudo.

Basura mojada, olor a orina, ratas y quizá un perro muerto fue lo que encontró ya entre lágrimas de desesperación. Los pasos detrás de ella ahora corrían para alcanzarla y el terror la hizo gritar desesperada.

—No —chilló en un suspiro cuando el cielo fue iluminado por un rayo y miró el reflejo de una sombra a escasos centímetros de ella.

Lograron tomar su saco y eso aturdio sus pasos haciéndola caer a pocos metros de la calle iluminada del otro lado.

Tan cerca y a la vez tan lejos.

Entre dos comenzaron a jalar su ropa arrastrandola más al fondo del pasillo. No dudó en gritar cuando empezaron a abrir sus piernas por las fuerzas. Sintió como bajaban su ropa interior y el tintineo de un cinturón siendo lanzado lejos junto al bajar de un cierre le robaron el aliento.

La adrenalina subió a tope y con toda las fuerzas de su  ser logró dar una patada con el tacón de su zapato. Un segundo fue suficiente para que ella lograra levantarse y huir hasta chocar con alguien.

De nuevo el crujido de la electricidad cruzando el cielo la hizo mirar hacia arriba implorando ayuda.

El carmesi resplandecía como las llamas del mismo infierno.
De forma inevitable el café se mezcló con él.

Estaba asustada, asqueada y sucia. Los sonidos de las voces dentro del callejón detrás de ella la hicieron apretar la chamarra de cuero negro que tenía puesto Katsuki.

Un silencio taciturno fue necesario para que el ceniza se quitara la chamarra y la dejara encima de los hombros de Ochako.
Cual presa, cual conejo, sólo se dedicó a quedarse estática intentando ignorar los gritos y los golpes. Totalmente inerte para que el lobo no dirigiera sus fauces a su frágil cuello.

La sórdida lluvia, los truenos enérgicos, la luz de estos, la madrugada helada, su cuerpo empapado y el pesado caminar de Bakugou a su lado fue lo que la sumergió en un estado robótico, en el que sólo caminaba tomando la mano del ceniza.

Estaba temblando por tantas razones que no podía meter la llave en la cerradura hasta que la firme mano rodeó la suya y amable empujó dentro.

Era cálido. Un click del cejorro abierto la hizo mirar su departamento obscuro.

Ingresó y se detuvo en la puerta para encarar a Bakugou.

Era más alto que antes, daba un poco más de miedo, su cabello era más rebelde, se veía alguien tan solo como ella. ¿Qué era lo que había pasado entre ellos? Le dolió la cabeza un segundo.

Sintió un leve temor cuando las manos firmes se dirigieron a sus mejillas, para después pasar a su frente.

—Tienes fiebre, necesitas medicinas.

La voz fue dulce, de nuevo ese leve dolor en la cabeza.

Miró el rostro de Bakugou y sin pensar las lágrimas caían de nuevo a mares, fue un amable golpe de realidad; tres hombres estuvieron a nada de violarla. Sntió su cuerpo sucio, su piel mojada, su pantaleta había quedado en un algún lugar del camino, el sonido del cierre bajando retumbó en su cabeza y empezó a llorar sonora.

Él la abrazó fuerte mientras ella solo escondía el rostro en su pecho. Sólo duró un segundo y se alejó de inmediato.

—Necesitas un baño, iré por las pastillas.

Se sintió abandonada cuando él se dio la vuelta y salió de su departamento.
La puerta hizo click cuando la cerró detrás de el.

Para su mala suerte volteó a su izquierda, donde tenía un gran espejo de cuerpo completo, donde siempre miraba su imagen antes de irse a trabajar.

Su saco roto, sus medias llenas de lodo sucio, el olor a basura y orina la hizo morder sus labios en señal de estrés y trauma. Llevó su mano derecha debajo de su falda solo para sentir su monte de venus desnudo.

Sin una palabra entro rápido a la ducha, aún con la ropa puesta, sólo abrió la regadera y se quedó bajo el chorro de agua tibia.



Cartas de NitroglicerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora