˙·٠•●♥[ Luz de Luna ]♥●•٠·˙

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Ella ya estaba dormida, había sido un día confuso así que se limitó a lanzar una sábana sobre ella.

Un trago pesado surcó su garganta, nervioso sintió su rostro arder en el infierno y por consecuencia el sudor nacía de su cuerpo, caramelo tostado se mezclaba con amargo café.
El tictac del reloj confundía más su inestable mente y el compás del sonido se ajustó al de su corazón impertinente.

Se levantó rápido de la cama, alejando sus impulsos y mirando todo con paranoia.

Ah es ella, la misma Ochako, después de tanto tiempo volvía a estar frente a él, estaba emocionado y asustado.

Una sonrisa extraña llena de fulgor surcó sus labios. Temblando, casi al borde de quizá un desmayo sacó su celular tan lento como pudo, se dio la vuelta y de nuevo, esa hermosa vista. Abrió la cámara, apuntó y apagó el flash.

—La luz de la luna te hace ver aún mejor, cara de angel —susurró tomando la foto.

No, no, no, tanto tiempo en una correccional y el lobo apenas y pudo ser domesticado lo suficiente.
Empezó a inspeccionar cada rincón del departamento, buscando lugares recónditos donde jamás alguien pasaría la vista. Cajones, bolsos, entre la ropa, arriba de los muebles, en todos lados. Se detuvo frente a la mesa de noche y su mirada se crispó cuando admiró al bastardo infeliz al lado de ella. Su mirada se oscureció, era malo controlando emociones y los celos tiñieron su corazón por completo, volteó a ver a Uraraka debajo de esa delgada sábana, en esa penumbra celestial.

Miró hacia el baño, el espejo estaba ligeramente abierto, un lugarque no había revisado, era un cajón también, caminó para abrirlo por completo, su mirada estaba llena de duda, nervioso y ansioso volteó a ver a Ochako con las pastillas entre las manos. —La pastillas anticonceptivas son demasiado invasivas, deberías optar por otro método —balbuseó serio, quizá perdido en su mente a propósito. ¿Pastillas anticonceptivas? ¿Tenía una pareja sexual?

Se preocupó un poco, se sintió inmensamente triste así que solo dejó las pastillas de nuevo en su lugar y se desvaneció con el click de la puerta cerrada a su espalda.

Se preocupó un poco, se sintió inmensamente triste así que solo dejó las pastillas de nuevo en su lugar y se desvaneció con el click de la puerta cerrada a su espalda

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Empujó la puerta de su mediocre departamento, la basura en el suelo fue lanzada de una patada y entró rápido para buscar cuánto dinero tenía guardado.

Mientras contaba los billetes alejó su mano para alcanzar cigarros, ojalá no hubiera mirado detrás de ese espejo.

Todoroki aún estaba con ella. Como lo odiaba, como lo odia. Una imagen intentó formarse en su imaginación pero la borró inhalando el tabaco tan a fondo como pudo.
Estaba dispuesto a recuperar ese milagro y remendar sus errores, así que pensó en sacrificar sus comidas. Apartó el dinero. Sacudió su cabello ceniza y gruñó cansado, miró a su pared desgastada y miró el cuadro con la foto de su amado padre, se sintió profundamente triste. Siempre creyó fielmente en que su papá era un conejo, y tenía razón, incluso había muerto de tristeza.

Apagó el cigarro sobre la mesa y expulsó el último aliento de tabaco.



La mañana fue horrible para él, la disforia lo consumía y estaba fumando de nuevo como adicto, se levantó pesado y se metió a la ducha. Toda la noche tuvo fiebre y quizá fue por la lluvia.

Ya bajo el chorro de agua comenzó a recordar lo que había pasado anoche.
Arrepentido terminaba de masturbarse, se sintió tan culpable que no tardó en sentir un vuelco en estomago que lo hizo vomitar un poco de ácido gástrico.

Si, Bakugou se extinguía lentamente así mismo. La única razón por la que no se mató en la correccional fue porque quería ver a su padre, pero cuando salió ya era demasiado tarde, había muerto, lo que lo hizo entrar en un circulo vicioso de negación.
Nació su consumo excesivo de tabaco, el humo en sus pulmones lo hacia sentir menos mal lo que lo empujó a casi consumir dos cajetillas al día, cuatro cuando estaba pasando por crisis.
Intentó salvarse varias veces, con lo poco que le habia dejado su padre había intentado sanarse, pero un psiquiatra era caro y la medicación para tratar su mente peor.
Bakugou creía fielmente que la depresión y los trastornos mentales eran exclusivos de la gente rica.
Sus comidas casi inexistentes le habían provocado una gastritis que lo hacia vomitar casi cada mañana, y continua.

Si, estaba jodido, muerto en vida pero por alguna razón, aunque el dolor, las fiebres, la disforia y las ganas de rebanarse el cuello lo ahogaban seguía ahí, y no sabia por qué, sino hasta ahora.

Si, era el angel.

Ochako, Uraraka Ochako, se habia presentado frente a él para salvarlo.

Lanzó el dinero sobre la barra y la chica lo tomó amable. Miró al hombre frente a ella, estaba roja, la cara de matón, las clavículas, el cabello desordenado y la mirada inyectada en sangre la puso a sus pies en automático.

—¿Vives en una zona peligrosa?

Katsuki alzó una ceja molesto. Solo quería la puta grabadora y ya. Gruñó:
—Eso no te importa, dame lo que te pedí.

Casi suspira, entregó los artículos y dejó un papel con su número. —Puedo bajarte el estrés cuando quieras, cariño —le guiñó pícara.

No era la primera ni la última vez que le ofrecían tener sexo porque si, no entendía que les parecía atractivo de alguien tan inestable y jodido, con sólo verlo era suficiente para saber que esta podrido en vida. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos siempre le lanzan fuertes insinuaciones que lo hacen sentir asco la mayoría de las veces. Bueno, y ni es tan merecedor de sentir repulsión sin pena, ha accedido varias veces y siempre terminan queriendo un compromiso con él que lo hace desaparecer en un instante. 
Sacó el papel, lo arrugó entre su puño y se lo lanzó en la cara a la chica.
—Das asco, linda, serías lo último que me cogiera en la vida.

Ella se limitó a sonreír astuta mientras él se marchaba.

—Ahhhh~ será algún músico? Por eso se llevo una grabadora —chilló enamorada a su compañera que recién llegaba.

—Hasta aquí me llegó el olor a cigarro, te va a escupir un pulmón en la boca—,  dijo exhausta la pelirosa.

Cartas de NitroglicerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora