˙·٠•●♥[ Honesto ]♥●•٠·˙

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No habían asistido a la escuela.

Katsuki se levantó del suelo, donde se encontraba hincado.

La leve ráfaga de viento mañanero enfrió su mente, se dió la vuelta y estaba ella; con la mirada fija sobre él. A su lado, estaba el bastón de caramelo, mirando al ángel que parecía ansioso.

Quiere ser honesto.

La seratonina se expandió por su cuerpo, el aroma a cafeína y menta eran embriagadores –diferente al caramelo—, la oxitocina lo hizo sentir un hormigueo sobre todo su cuerpo, la mirada con cafeína inyectada se vuelve a fundir con el vino tinto. Su cerebro segregó dopamina y el calor se apoderó de su rostro.

—¿Estás bien, Katsuki? —la voz dulce de cara de ángel lo hizo caer de nuevo dentro del balde de agua fría.

Las voces se precipitaron y estallaron, de forma asquerosa, de forma, aterradora. Le gritan, le susurran; todas al mismo tiempo, unas cantan su nombre en coro, otras lloran, unas ríen, otras gritan.

—Vete —masculló mirando sus manos, ardían, ardían como el demonio, quemaban como el infierno.

Ella se acercó curiosa. —Perdón, no te escuché, ¿Qué dijiste? —se acercó demasiado.

La explosión resonó y Ochako logró retroceder, cayendo sobre su trasero. Shoto la tomó del brazo para levantarla de inmediato.

—¡¡Largo!! ¡Fuera que aquí, te mataré! —gritó mostrando los dientes. Miró el rostro de Ochako, teñido por el terror.

No ¿Por qué? ¿Daba miedo?

—¡Largo de aquí, cariño! —bufó caminando de inmediato hacia la puerta de atrás de su casa. Abrió la puerta y se perdió por los pasillos.

Uraraka miró ansiosa a Shoto.

—Vamonos —masculló el heterocromático, —está loco.

Miró el suelo, jugó con sus dedos, quizá sólo... —Tenía miedo.

—Tsk —miró frío al frente.

Esperaron a que los pasos se perdieran cuesta arriba de las escaleras. Cuando éstos dejaron de escucharse caminaron rápido, Todoroki puso el botiquín en la mesa sin hacer ruido, Uraraka cerró la puerta del patio trasero y salieron del lugar cerrando la puerta con cuidado.

—Está así porque alguien envenenó a su gato —lo excusó sin darse cuenta.

—Nadie hace así por un animal.

—No conoces el sentimiento. —Acusó molesta. Aún recuerda cuando murió su pequeño perro cuando recién había llegado a ese barrio, Shoto había sido muy indiferente y le había restado importancia.

—Como sea, no fuimos a clase, vámonos a casa —dijo— a la mía. Pasemos por tus cosas.

—No, no quiero ir a tu casa, —infló las mejillas.

—Bien, me quedaré a dormir contigo.

—Si. —No quería dormir sola, no ahora.

—Vamos —acarició su cabello, no quería que se sintiera mal.

Miraron la casa por una vez más y salieron rápido de ahí. Era una jodida locura.

Entró a su habitación, se tiró al suelo

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Entró a su habitación, se tiró al suelo.

—No, no, no, no, no, no, no, no ¡No! ¡No! ¡No! Yo no quería gritar, yo no quería gritar —apretaba sus hombros con sus palmas hirviendo, quemando la piel de esa área y encajando sus dedos también. —En verdad no quería, no quería, no quería. No, no, no, no, no, no, no, no.

Temblando se levantó del suelo, las paredes crujían y chillaban, los rasguños en el techo se volvían ensordecedores. Abrió uno de los cajones.

¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki!

Su mirada se crispó y dirigió su mirada a su mano derecha.

—Cállate —susurró.— Cállate —gruñó. —¡¡Cállate, cállate, cállate!!

Su pecho se contrajo, sus pupilas se dilataron, su respiración se volvió profunda.

Sólo una vez más, sólo una vez más.

Mordió su muñeca derecha, hundió sus dientes, perforó aún más su carne, la sangre se desbordó.

¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki!

No era suficiente. Movió su mandíbula de un lado a otro y apretó con más fuerzas, la carne crujió y el sabor de la sangre lo asqueó. La nitroglicerina se expandió en el ambiente, impregnando el aire.

Abrió la boca, miró por la ventana las flores blancas perfectas. Del cajón sacó una pluma y papel, apretando las mandíbulas se recostó en la cama boca a bajó para poder escribir de forma correcta y algo cómoda.

El sonrojo quemó su rostro, se sentía embriagado. Tomó la pluma;

—Quieró destruirte, cariño. ¿Por qué no me amas?

Cartas de NitroglicerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora