˙·٠•●♥[ Algo ]♥●•٠·˙

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Llevó su antebrazo a su rostro y toció frenética ante el humo.
Aún sostenía la mano de él, la soltó cuando el calor comenzó a lastimar su piel.

El hielo se detuvo justo frente a ella.
El humo se fue diluyendo y el uniforme de Shoto estaba quemado, parte de la manga izquierda de su saco fue calcomida por la explosión.

—¡Ochako, ven hacia acá de inmediato! —gruñó levemente preocupado.

La castaña miró como el ceniza de nuevo preparaba sus palmas que resonaban. Su Quirck era aterrador, tan fuerte y potente que cuando lo uso a su lado ahogó un grito.

Se puso frente a él, entre Shoto y él.
—E-esperen no deben hacer ésto, Todoroki yo, por favor, no pasa nada —era demasiado. Quería correr hacia Shoto y disculparse por las heridas, quería estar con él y pregúntarle el porqué de las cartas y sus muñecas. Pero parecía que correr a un lado haría explotar todo.

—¡Es un jodido acosador, aléjate de él, Ochako! —argumentó flameando del lado izquierdo, dispuesto a todo.

—¡No es un acosador! —chilló Ochako dándole una leve mirada al rostro colérico del cenizo.

—¿Ah no? ¿Qué es entonces?

Se quedó en silencio, miró de nuevo al ceniza, sentía una inmensa curiosidad, algo la atraía a él. Algo la hacía querer indagar.

La curiosidad mató al gato.

Shoto suspiró y caminó hacia ella para tomarla del hombro, obviamente sin quitarle la vista de encima al sujeto detrás con mala vibra, parecía de aquellos perros bravos que llevan años amarrados a una cadena y cuando miran a la gente pasar normalmente frente a ellos parece que imaginan como les destrozarían la garganta.
—Ochako, lo hago por tu bien, no sabes nada de esto —dijo suave.

Ella estaba temblando, Todoroki intentó calmar su aturdida mente.

—Cariño, ven conmigo —dijo él demandante.

La fémina sólo tragó levemente, miró hacia arriba para toparse con Shoto mirándola fijamente.

—¡Que vengas, joder!

—Confia en mi —masculló ella para Shoto.

—¿Qué mierda? —la preocupación se disparó en su pecho. Ella estaba mal.

—Confía en mi, no pasará nada, sólo quiero saber —el heterocromático seguía mirando como el perro se inquietaba y enseñaba los dientes.

—¿Saber qué?

El vidrio en el suelo, los frascos en la cabecera, el aroma a nicotina, los platos de comida putrefacta acomulados y él

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El vidrio en el suelo, los frascos en la cabecera, el aroma a nicotina, los platos de comida putrefacta acomulados y él. Todo le daban choques de terror.

Él lanzaba los cajones lejos mientras buscaba algo sin parar.
—¿Cómo te llamas? —preguntó intentando romper el hielo.

—Katsuki —respondió cortante. —¡Mierda! —lanzó una caja de su mano. Uraraka se acercó preocupada, la sangre goteaba por sus palmas, las cuales habían rozado con la superficie del cajón astillado.
Él sin importancia de su tocador tomó vendas y envolvió su piel herida, la empujó con delicadeza fuera.

El aroma de la casa era normal, casi agradable, pero su habitación era aterradora. Uraraka observó todo con detalle hasta que se quedó mirando fijamente un cuadro colgado, estaba roto y desgastado.

—¿Qué mierda miras, cariño?

—Nada.

Bajaron por las escaleras y afuera estaba Todoroki.

Le lanzó el botiquín y el heterocromático miró extrañado.
Dirigió su vista al cenizo que lo miró enojado, caminaron hacia atrás de la casa y en medio del jardín Uraraka miró el pequeño árbol.

Ambos amigos se miraban demandantes, el cenizo enterró al gato y mormuraba cosas con odio.
El viento helado les hacía tener un leve impulso de huída, sus cuerpos disparaban adrenalina por sus venas.

Algo andaba mal, algo les gritaba que debían huir.

Shoto examinaba todo con sumo cuidado, las flores regadas en el suelo le llamaron la atención, estaban perfectas, tanto que parecían irreales.

—Tengo miedo, Todoroki-kun —susurró Uraraka.

Cartas de NitroglicerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora