Cartas de Nitroglicerina

˙·٠•●♥[ Terror ]♥●•٠·˙

AzOfDeath Aquí mi pago bebé
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Toda la noche él estuvo dando vueltas en su mente.  Mañana ella tenía que ir a la escuela.

Miró de nuevo la alfombra de bienvenida y no había cartas. Ansiosa comenzó a prepararse para asistir al colegio sin dejar de dar miraditas rápidas a ese lugar.

Todo el camino a la estación del metro se la pasó observando todo con atención con la falsa esperanza de ver a quien quería, a él.

Dobló en la esquina y le llamó la atención un árbol que tenía las flores que ella había recibido en una carta. Se detuvo y miró un largo rato sonriendo levemente al recordar las letras de aquellas cartas raras y curiosas ¿Dónde estaba él? ¿Se encontraba bien? ¿Qué sucedió? ¿Por qué no escribe? ¿Qué está pasando?

Su celular sonó y ella continuó mirando las flores blancas casi con celos de que él simplemente haya decidido dejar de hacer lo que hacía.

La idea atravesó su pecho, él decía que había problemas con sus muñecas, que aveces dormía ininterrumpidamente por cerca de tres días.

El celular sonó de nuevo:

—¿¡Qué!? —gruñó.

—¿Ochako? ¿Qué pasa? —era Todoroki. Sólo se insultó mentalmente por haber sido una grosera.

—Nada nada, qué pasa —dijo ácida.

—Te preparé un pequeño desayuno, solo quería que te apuraras para que lo pudieras comer caliente.

Ella comenzó a caminar con la culpa en la garganta, Todoroki tan lindo y ella tan eufórica.

—Gracias Shoto —dijo dulce— ya voy en camino, ahí te veo.

—Bien, adiós Ochako.

Colgó la llamada y continuó caminando ¿Cómo estará Lord Explosion Murder? ¿Cómo era el padre de él?  ¿Cómo era su relación padre e hijo? ¿Qué estará haciendo? ¿A qué escuela asisitirá?

Desayunó en el metro semi vacío con Shoto. Él tan feliz y ella tan neutral, notó cuando el bicolor dejó de insistirle por la actitud que ella estaba teniendo con él.

Llegaron a la escuela, saludaron a todos y las horas marcharon monótonamente.

Todos lo notaron, ella estaba distante, parecía esforzarse por ponerle atención a Shoto y únicamente se esforzaba con él, parecía que no tenía intención de ser agradable con todos los demás que no fueran Todoroki.

Y ahora él rumor revivió, el heterocromático y ella se consuelan para rellenar el vacío que dejó Izuku Midoriya.

—¿Es verdad? —preguntó con sorna la chica más alzada del salón.

—¿Te duele que esté conmigo y no contigo? —gruñó Uraraka— cállate la boca Momo, quizá así te veas más bonitas que tus senos.

Cada palabra salió cargada de veneno sin querer, se sentía abandonada y se había desquitado.

La escuela terminó y ella fue la primera en salir a escabullirse, llegó a casa y no había nada.

Ni al día siguiente, ni al siguente, ni al siguente del siguiente.

Salió de nuevo en una mañana totalmente helada, llevaba suéter y gorro al igual que una larga bufanda cubriendo la mitad de  su rostro. Miró el suelo de su puerta y se limitó a suspirar pesadamente.

Como ya se le había vuelto costumbre se detuvo frente al árbol de aquellas floresillas.
El sonido timbrante de un  gorgoteo la hizo mirar a todos lados buscando el origen, prestó atención  lo más que pudo y cuando todo  pareció estar en total silencio, el gorgoteo regresó, miró hacia el pasto y se acercó con cuidado al lugar.

Movió la maleza y miró el pelaje. Hacía frío así que avanzó más rápido encontrando al pequeño animal ahogándose en su propio vómito dando sus últimos alientos de vida. Su mirada se crispó cuando simplemente el animal dejó de mover su diafragma de un segundo al otro. El líquido blanquecino que había nacido de su pequeña boca parecía indicar que éste había sido envenenado.

Sin dudarlo lo sacó de ahí para mirar mejor que era lo que le había sucedido. El cuerpo seguía caliente, de inmediato pensó en llevarlo a un veterinario, se levantó mirando a su alrededor para ver si había señas del respectivo dueño.

Al no ver nada se hincó para envolverlo en su bufanda, comenzó a quitarsela del cuello.

—¿Qué mierda haces?

Ella levantó la mirada tomando al gato entre sus manos. La mano derecha del chico rodeó su cuello estampandola contra el suelo.

—¿¡Qué puta madre hiciste cabrona hija de perra!? —boziferó— ¡Te voy a a matar!

Uraraka llevó sus manos al rededor de las de su captor con terror en los ojos.