˙·٠•●♥[ Deseos ]♥●•٠·˙

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Estaba perdiendo la cabeza, estaba perdiendo todo, sentía como cada vez más su moral y humanidad se destilaba por la sangre de sus muñecas.

Escupió la sangre, miró a las paredes de su habitación, ya se habían ido. Tomó vendas y envolvió sus muñecas, con enojo bajó rápido de las escaleras.

Uraraka estaba parada platicando alegremente con el mitad-mitad.

Los químicos se disparaban en su cerebro, miró las flores blancas y después a ellos.
Salió de su patio y comenzó a caminar a sus lados.

Quemaba, quemaba como el infierno.

—Traje pastelillos —habló Ochako. —Toma Sho-chan —le dió un pastelito.

—Gracias —dijo el bicolor mordiendo el pastelito.

—Mira, cariño, éste es para ti, éste es de chocolate, este de caramelo para tu padre —sonrió amable.

Chasqueó la lengua y los tomó, mordió el que le correspondía y su lengua se durmió ante tanta azúcar. ¿Así sabrá Uraraka? Su cabello es castaño, del color de las avellanas, color de antaño, color del chocolate, sus ojos son color de la cafeína. ¿Sería como granos de café envueltos en chocolate?

Si quieres amor, tendrás que sufrir, si quiere amor, tendrás que cambiar.

Guardó el pastelito, al final no se podrá controlar.

—Joder, gracias cariño —dijo Katsuki.

Tiene miedo de un día despertar, y que todo lo que ha progresado se borre. Está hablando con él ángel, camina al lado de un ángel. ¿Podrá salvarlo?

Cariño, no confío en ti, quisiera morir y buscar a Dios.
¿Por qué no me amas? Deberías amarme, yo te amo, así que debes hacer lo mismo.

Hace un par de semanas jamás pensé cruzar palabras contigo, pero ahora, incluso puedo mirarte de cerca y escuchar tu vos llamándome.

Quizá no debería amarte, y tú tampoco a mi, pero te quiero.

¿Si te destruyera me seguirías amando?

Me siento perdido, mi viejo es mi único refugio, pero temo algún día romperlo.
Todos me odian menos mi padre, me siento frío.

Quiero estar solo, sólo contigo.

Tengo tanto que decir, cariño, aléjame de este lugar y llévame al cielo de donde provienes.
La heroína ya no puede calentarme, por favor no me dejes, cariño.

Ochako, estoy entumecido, mis muñecas arden.
Las pastillas me las ha quitado mi viejo.

Honestamente soy un error, ahora tengo las pastillas dentro de mi. Le debo una disculpa a mi padre, de un momento a otro quedaré dormido;

Cariño, quiero destruirte.
Te he visto mirar a la ventana con la mirada apagada, sé lo que significa, cariño, si te suicidas ¿Me llevarías contigo? Yo si lo haría.

Cariño, te amo tanto, que te asesinaría.

¿Tu me matarías?

Te amo demasiado, estás jodida, estoy jodido.

Puedo ver que tratas de ayudarme, pero no puedes, estoy arruinado, desde hace mucho que no hay marcha atrás.

Cariño, te amo tanto, quiero besar tu corazón entre mis dedos. ❞

Ella estaba mirando al espejo destrozado, miró a Uraraka

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Ella estaba mirando al espejo destrozado, miró a Uraraka.
—No lo toques —gruñó mirándola.

—Puedes cortarte —dijo Ochako.

—No —se sentía ansioso y molesto, no pensó que ella fuera.

—Siempre estás solo, quería hacerte compañía —masculló mirando todo. La intriga la atraía.

—No hay tiempo —gruñó respirando profundamente. Miraba atento todos los movimientos de Ochako, no hay tiempo, perderá el control.

El aroma a cafeína lo hacía apretar la mandíbula. —Cariño, estoy vivo pero tan cerca de la muerte.

La castaña se acercó asustada por las palabras, miró sus muñecas y las tomó decididamente. Él no hizo nada, así que con cuidado comenzó a desenvolver con cuidado las vendas –antes lo había intentado pero él la alejaba—.

Quitó las vendas y miró aterrada la escena, la carne estaba viva, sangrando, abierta y desgarrada.

No hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo.

Las almohadillas acariciaron al rededor de las heridas, Katsuki gruñó pesadamente.

No hay tiempo; sólo un poco, todo saldrá bien. Sólo una vez, sólo un toque, sólo un roce, sólo un instante, sólo un segundo.

La jaló con fuerza y abrió la boca, introdujo su lengua y cerró los ojos, quería perderse.
Las ganas de arrancar su corazón lo engulleron, la tiró a la cama y se puso sobre ella, quería su corazón entre sus manos. Su piel era tan suave, su mano izquierda estaba sobre su pecho derecho.

La ansiedad lo desgarra por dentro, tanto que desearía estar muerto.

Cartas de NitroglicerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora