11. "Café de medianoche y más secretos"

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-A ti se te zafo un tornillo, Marianne- dijo Aarón mientras se sentaba sobre la cama de Killian y resoplaba.

-Más respeto, que soy tu jefa- lo regañó Ella, sin perder el tono coqueto- Es por una buena causa, querido mio. ¿O no te sorprende que sepa de su preciosa parodia de Romeo y Julieta?

-No me sorprende porque tarde o temprano terminas sabiendo todo- dijo este, suspirando. Quería que la conversación terminara antes de que supiera que El estaba en la habitación de al lado.

-Entonces, por el bien de tu Julieta, harás lo que te digo- dijo con la voz seria, esa voz que metía miedo- O Ella pagará las consecuencias. Así es, cariño. Si no haces lo que digo, despídete de Killian.

Aarón sintió el escalofrío en su espalda. Marianne Castellan siempre cumplía con lo que decía. Si El no engañaba a Killian iba a terminar asesinada. Y Aaron Shell, ex convicto y todo, prefería preservar la vida de la mujer que amaba a una relación.

-¿Qué objetivo tiene todo esto, Marianne?- preguntó, bastante exasperado.

-La mocosa se está rebelando, con ese amigo bastardo que tiene- dijo con evidente desprecio a ambos y Aaron experimentó simpatía hacia ese sentimiento. Odiaba a Michael, estaba celoso de ese sentimiento que lo unía a SU Killian- Si la única persona en la que confía la traiciona, volverá a ser la que era antes y se alejará de todos.

-Lo que sea, ¿Cuándo tengo que asesinar la confianza de Ky?- dijo rodando los ojos, con su cerebro procesando la información.

-Ahora mismo, lindo, cruza el pasillo- dijo coquetamente antes de cortar y Aaron miró confundido el teléfono. Marianne no se encontraba, según Killian, pero seguramente eso le había hecho creer la bruja.

Comprendió que ese era el fin, porque estaba seguro de que no podría hablar con Killian. Aunque su mente, su calculadora mente, ya tenía un plan. No iba a perder a Killian.

Una media hora más tarde, Killian llegaba a la casa. Despedía a Michael con la mano, mientras él hacía sonar la bocina de la camioneta de Ashton. Entró con una carcajada.

-¿Aaron?- preguntó mientras subía las escaleras y escuchó gemidos.

“Que comience el show” pensó dirigiéndose a las escaleras y abriendo la puerta.

-Lo siento- articuló, con la voz ahogada, sin llegar realmente a mirarlos. Se dio media vuelta y huyó.

Sacó las llaves del Jeep, se subió rápido y empezó a manejar a alta velocidad, haciendo ruido. Cuando estuvo lo bastante lejos de la mansión, sacó el pie del acelerador y prendió la radio, dejando que la música la envuelva.

Paró en el cartel que señalaba que ahí terminaba Keley Hills.  Se bajó de la Mini Van y se recostó sobre el pasto, cerrando los ojos, esperando pacientemente. Había desconectado el cerebro y se había transportado a su lugar feliz.

20 minutos más tarde, una bocina la hizo abrir los ojos y miró su celular.

“Nos veremos pronto, mocosa”

Se levantó al instante, marcando el número correcto y concentrándose.

-¿Mike? Estoy en las afueras de Keley, ven a buscarme- dije con mi voz más ahogada. Sabía que los secuaces de Marianne  seguían a Mike, lo había notado en el baile. Y Mike era una pieza fundamental de la escena.

El joven llegó 20 minutos más tarde, Killian, como estaba previsto, estaba tirada a un costado de la camioneta, llorando. Michael la levantó y la subió a la camioneta.

-No puedo creerlo, no puedo- lloriqueaba Killian, mientras abrazaba a Michael  y revisaba que el auto negro  se marchaba a toda velocidad. Se quedaron 5 minutos más y cuando estaban seguros, Killian bufó y prendió un cigarrillo.

Good Girls and Broken Hearts (Michael Clifford) | a.uDonde viven las historias. Descúbrelo ahora