Capítulo 3 Ecos del pasado.

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El sitio era una sombra de lo que antaño fue, la maleza había recuperado lo que era suyo, las atracciones vacías, afectadas por el paso del tiempo y del desuso ponían los pelos de punta. En cuanto puse un pie en ese lugar un escalofrío recorrió mi cuerpo. Pasamos frente a los fantasmas del tiovivo, de las sillas voladoras, de la boca del túnel del terror, hasta llegar al esqueleto de lo que en otro tiempo fue una noria inmensa, seguía en pie, con sus cabinas esperando a que volvieran a ser ocupadas, me quedé hipnotizada viéndola.

-Ellie, ¡Ellie!- Peter me sacudía el brazo- Vamos, es por aquí.

Me condujo a través de unos setos hasta toparnos con la fachada de un edificio hermoso, parecía sacado de otra época, con un estilo victoriano. Tenía dos plantas, la segunda rodeada de balcones, pero todos estaban cerrados y con los cristales tintados de negro. Unas escaleras custodiadas por grandes columnas decoraban la fachada delantera.

En la entrada principal llegaban coches, y vaya coches, Mercedes, Audi, Ferrari, Maserati… y de ellos se bajaban gente acorde a sus coches, hombres y mujeres con ropa y complementos lujosos. Todos andaban como si el mundo les perteneciera, y tal vez así era. 

Peter había dado en el clavo, aquí venía lo alto de la cadena alimenticia. Me miró con cara de ¨te lo dije¨, rodé los ojos a modo de respuesta.

-¿Esto es una discoteca? Si es una mansión, ¿a quién pertenece este lugar?- pregunté admirando aquel lugar.

-No lo sé, pero tiene pinta de tener mucho dinero, fíjate si es grande que tiene discoteca, al dueño o dueña le irá la fiesta- dijo sonriendo.

-Me pregunto qué tipo de fiesta le gusta a esta gente. ¿Por la puerta principal no podemos entrar, ni de coña nos dejaran pasar con estas pintas.-  

-Esa puerta es para la gente con dinero que van a la segunda plata, para el resto de mortales hay otra entrada por atrás, sígueme.- y tiró de mí rodeando el edificio, era enorme.

Y ahí estaba, en la parte trasera, no había mucha cola para entrar, así que nos pusimos en ella. En la puerta había un guarda enorme con cara de pocos amigos, paraba a cada persona que llegaba a la puerta, le preguntaba el nombre, se quedaba en silencio como si esperara algo y les decía que pasaran o que se fueran por donde habían venido.

-¿Por qué crees que nos dejarán pasar a nosotros?- pregunté a Peter mirando la cara seria del guardia.

-Por nuestra cara bonita obviamente.- dijo guiñandome un ojo.- Tú actúa como si siempre vinieras por aquí.-

Estábamos a punto de llegar al guardia cuando me fije en una luz roja encima de la puerta, era una cámara, a eso esperaba al guardia, a que le dijeran desde dentro quién podía o no entrar, ¿quién decidiría el destino de las personas aquí reunidas?

El mío estaba a punto de cambiar.

No, esta no, esta tampoco, no, no, no!!!!

Otra noche más en vano, otra noche más que no la encontraba, estaba a punto de dejar la cámara al guardia cuando algo, mejor dicho alguien llamó su atención. La chica iba acompañada de otro chico, eran jóvenes, no habían venido nunca por aquí, lo recordaría. Fijó su mirada en la chica, estaba de perfil mirando al chico, necesitaba verla bien la cara.

-Que se gire la chica.- ordenó al guardia de la entrada.

Escuchó decir al guardia a la chica que mirara la cámara y dijera su nombre. La chica miró al guardia con desconfianza y a regañadientes miró hacia la cámara.

Algo se removió dentro de la mujer que miraba por la cámara, algo que creía dormido hace mucho tiempo. Sin quitar los ojos de la pantalla hizo zoom a la cámara para apuntar a los ojos de la chica, y lo vió… allí estaba, después de tantos años, de mirar a tantos ojos buscando aquellos con los que soñaba, la había encontrado.

-Ellie.- dijo la chica.

-Ellie.- dijo la mujer saboreando el nombre como el que degusta un buen vino.- Que pasen.

-Adelante.- dijo el guardia secamente abriendo la puerta.

Ellie no se movió, ¿por qué nos deja pasar? No somos nadie, pensó mirando con desconfianza la cámara.

-Vamos Ellie.- dijo Peter desde la puerta.

A regañadientes me dispuse a cruzar la puerta, aunque algo me decía que desconfiara, que huyera, mi curiosidad pudo con la prudencia. Había entrado a la boca del lobo, o del murciélago mejor dicho.

Somos la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora