Capítulo 20 Personal e Íntimo

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Ellie apenas había llegado a la mansión cuando la familiar oscuridad de la sala la envolvió. Los ecos de su encuentro con Lena aún resonaban en su mente, su control colgando de un hilo. Al entrar en la sala de la chimenea, la cálida luz del fuego contrastaba con el frío vacío que sentía en su interior.

Sólo quedaba Cordelia allí, sentada con la elegancia natural que siempre la caracterizaba, sosteniendo una copa en la mano. Al notar la presencia de Ellie, sus ojos afilados detectaron la perturbación que se dibujaba en su rostro. Sin dudarlo, se levantó en un movimiento casi imperceptible, deslizándose hasta donde estaba Ellie.

-Elisabeth -dijo Cordelia, su voz cargada de preocupación.

Ellie no pudo responder. La presión en su pecho era sofocante, y apenas logró mantenerse en pie antes de caer de rodillas, llevando una mano temblorosa a su pecho.

-No puedo...controlarlo... -fue lo único que consiguió decir, su voz quebrada, casi un susurro.

Cordelia, comprendiendo inmediatamente la urgencia, no perdió tiempo. Se apartó un momento para recoger la copa que había dejado sobre la mesa y se la tendió a Ellie.

-Bebe -ordenó con suavidad, pero con firmeza.

Ellie tomó la copa con manos temblorosas, su mirada fija en el líquido oscuro que contenía. Sin embargo, antes de beber, sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de la mano de Cordelia, buscando un ancla en medio del caos que la consumía. Sin dudarlo más, llevó la copa a sus labios y bebió.

El sabor de la sangre humana era distinto, más crudo, más intenso que cualquier otra cosa que hubiera probado antes. Cada gota parecía apagar el fuego que ardía en su interior, calmando al monstruo que había estado a punto de desatarse. Siguió bebiendo, sin pausa, hasta que la copa quedó vacía y su mente comenzó a despejarse, la neblina de la sed retrocediendo.

Cordelia no apartó la mirada de Ellie, observando cada uno de sus movimientos con la precisión de alguien que entendía demasiado bien lo que estaba ocurriendo.

-La sed -dijo Cordelia, su voz resonando con una sabiduría antigua- es un anhelo que nunca se apaga, una necesidad insaciable de ser saciado.

Ellie, aún arrodillada, se quedó en silencio, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba, pero sabiendo que las palabras de Cordelia eran ciertas. Esa sed siempre estaría allí, siempre acechando en las sombras, esperando el momento para volver a tomar el control. Pero ahora, al menos por un instante, había encontrado un poco de paz.

Ha estado cerca... demasiado.

Cordelia, liberando su mano de la presión de Ellie, se inclinó un poco, levantando su mentón para mirarla a los ojos.

-Nunca debes temerla -le susurró-. Pero tampoco puedes dejar que te consuma. Recuerda quién eres, Elisabeth. Recuerda lo que realmente deseas.

Ellie asintió lentamente, todavía sintiendo el peso de las palabras de Cordelia. Sabía que esta batalla interna sería constante, pero al menos, no estaba sola.

Cordelia ayudó a Ellie a levantarse con suavidad, sus manos firmes y seguras mientras la guiaba hacia el sofá frente a la chimenea. Ambas se sentaron, y en un gesto casi imperceptible, Cordelia rompió el contacto físico, retirando su mano como si le costara hacerlo. Ellie, extrañada, sintió un repentino vacío allí donde la piel de Cordelia había tocado la suya. Era como si algo vital se hubiera perdido en ese instante.

La cálida luz del fuego iluminaba el rostro de Cordelia, que esperó pacientemente a que Ellie hablara. Con un suspiro profundo, Ellie comenzó a contar lo ocurrido. Describió cómo había ido a la casa de Peter a recoger sus cómics, y cómo, al encontrar allí al padre del chico, tuvo que luchar contra una ira que amenazó con consumirla. Esa ira nacida del sufrimiento de su amigo casi la empujó a hacerle daño al hombre. Luego, continuó con su visita a su propia casa, donde había recogido sus dibujos y vinilos. Pero fue cuando mencionó el encuentro con Lena que Ellie notó algo diferente en los ojos de Cordelia, un brillo que antes no había visto.

Somos la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora