La música flotaba en el aire, envolviendo a Ellie como un suave abrigo de melodías que invitaban a la aventura. Con cada paso que daba, sus latidos resonaban al compás de las notas, y la noche, oscura y serena, la abrazaba con su manto estrellado. La mansión se desvanecía a sus espaldas, dejando atrás los murmullos y las risas, mientras Ellie se adentraba en el jardín, un mundo donde las sombras danzaban y los susurros de la naturaleza llenaban el silencio.
Cruzando un trecho de bosque, se perdió entre los árboles altos, sus ramas se entrelazaban como guardianes de secretos antiguos. Finalmente, se detuvo frente a una casa escondida entre el verdor, moderna en su diseño, con grandes ventanas que dejaban entrever la cálida luz de velas titilando en su interior. El suave brillo creaba un juego de luces y sombras, mientras la música seguía fluyendo, un llamado que parecía resonar en su corazón.
A medida que Ellie se acercaba, sus ojos se encontraron con la figura de Cordelia, apoyada en el saliente de la terraza. La silueta de la vampira era un poema en movimiento, y el aire pareció detenerse en ese instante. La luna, alta en el cielo, iluminaba su rostro con un resplandor plateado, acentuando la intensidad de su mirada. Ellie sintió que el tiempo se desvanecía a su alrededor, cada latido en su pecho resonando como una declaración silenciosa de anhelos compartidos.
Ambas se miraron, un universo de emociones flotando entre ellas. La expectación era palpable, y un escalofrío recorrió la piel de Ellie mientras llenaba su pecho de aire, como si cada inhalación la acercara más a Cordelia. Con pasos decididos, se adentró en la casa, dejando que la melodía la guiara hacia su destino.
Subió las escaleras, sintiendo la suavidad de la madera bajo sus pies. Cada escalón la acercaba más a la azotea, donde la música se volvía más clara, más intensa. Finalmente, empujó la puerta que conducía al tejado, y el aire fresco la envolvió. Allí estaba Cordelia, iluminada por la luz de las velas, una imagen de belleza etérea.
-Te estaba esperando -dijo Cordelia, su voz suave como el murmullo de la brisa nocturna.
Ellie sonrió, sintiendo que sus nervios se desvanecían en el aire. La conexión entre ellas era un hilo dorado, tejido con la promesa de momentos compartidos y secretos a voces. En ese instante, el mundo se redujo a su presencia, y el ritmo de la música se entrelazó con el palpitar de sus corazones.
-Aquí estoy -respondió Ellie, dando un paso adelante, dejando que la música la envolviera mientras el aroma de la hierba fresca y las flores silvestres llenaban el aire.
Cordelia avanzó hacia ella, sus movimientos eran como un eco suave del viento que acaricia la piel, elegantes y silenciosos. Cuando estuvo cerca, ofreció su mano a Ellie con una suavidad que sólo ella sabía transmitir, un gesto cargado de intimidad. Ellie no dudo en tomarla. La condujo hacia una mesa dispuesta con un mimo extraordinario, como si cada detalle hubiera sido pensado para hacer de ese momento algo eterno.
La mesa, de madera pulida y oscura, estaba iluminada por la luz cálida de decenas de velas que las rodeaban, mientras delicados candelabros dorados proyectaban sombras danzantes sobre la superficie. Los platos de porcelana blanca, bordeados en oro, reflejaban las llamas con un brillo tenue, y las copas de cristal, perfectas y finas, esperaban a ser llenadas. Todo estaba dispuesto con una precisión que hablaba no solo de gusto, sino de sentimiento. Era más que una mesa para cenar, era un altar dedicado a un momento que ambas sabían que sería inolvidable.
Cordelia, impecable como siempre, vestía un elegante vestido azul noche que se ajustaba a su figura con la misma gracia que el cielo nocturno se ciñe a las estrellas. La tela parecía fluir como agua bajo la luz de las velas, revelando y ocultando, creando un juego de sombras en su cuerpo que la hacía aún más fascinante. Los tirantes finos dejaban sus hombros expuestos, una línea suave que ascendía hacia su cuello donde un delicado colgante de plata descansaba sobre su clavícula. El vestido, largo hasta los tobillos, se abría en una discreta pero seductora hendidura lateral, mostrando las curvas sutiles de sus piernas. Y debajo, unos tacones de aguja plateados que resonaban con un suave eco en el suelo de la terraza, cada paso un recordatorio de la elegancia natural de Cordelia, pero también de su poder.
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Somos la noche.
VampiroEllie es una joven ladrona que un día es perseguida por una inspectora poco convencional con la que compartirá más que una persecución. Esa misma noche, Ellie se encuentra con la mujer que la susurra en sueños. Pero los sueños pueden tornarse en pes...