Capítulo 19

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Luís, Clara, Toni, Pulga, Pelaje y Julia bajaron por un puente que cruzaba la enorme cascada del río subterráneo por el que cruzaban. Julia conocía la salida de la cueva y supo que era peligroso que su hijo y sus amigos fueran solos por lo que les ordenó a no separarse de ella por seguridad.

—¿Seguro que esta es la salida, mamá? —preguntó Luis.

—He estado aquí muchas veces sin que Sharptooth pudiera verme. No tengáis miedo, niños. Y pase lo que pase, no os separéis de mí. —advirtió Julia.

Los niños, junto con los gatos, estuvieron lo más cerca de ella mientras el grupo cruzó el puente llegando a otra entrada. Al entrar, avanzaron durante un buen rato hasta llegar a una caverna subterránea y no podían evitar la expresión de horror en sus caras.

Mirando alrededor, vieron montones de huesos y en lo alto de una roca, encontraron a Sharptooth durmiendo con el ceño fruncido.

—¡Es Sharptooth...! —susurró Luis horrorizado y tragando saliva.

—Entonces... estamos dentro de las Montañas de la Muerte. —añadió Toni con miedo.

Clara tenia miedo y quería llorar pero Julia le hizo callar prometiendo que no pasaría nada si no hacían ruido para despertar al feroz depredador que hacía sonar el lugar con sus débiles ronquidos que producían ecos en las paredes. Entonces miró alrededor para buscar una forma de salir, procurando no despertarlo y vio una salida lejana nada más cruzar el suelo de huesos.

—Escuchad, pequeños. Vamos a intentar ir a esa salida. Pero escuchadme bien... no hagáis ningún ruido, tratad de no pisar los huesos que hay en el suelo y no gritéis. Sino, Sharptooth se despertará. —advirtió seriamente a los niños.

Sabiendo que iba en serio, Luis y sus amigos asintieron con la cabeza y ella les empezó a guiar por un camino más seguro, con Pulga y Pelaje siguiéndoles también con cuidado.

—Ni un ruido, Pelaje... ¡Ni un ruido o te mato! —advirtió Pulga a su amigo felino.

—¿Tú crees que yo soy tonto? Sé lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer en estos casos. Por nada del mundo se me ocurriría despertar a esa bestia durmiente. —respondió Pelaje con el ceño fruncido.

El grupo tomó el camino elegido andando en puntillas tratando de no tocar ningún hueso con los pies. Al principio parecía un poco difícil pero ya lo habían conseguido. Habían llegado a la cueva y habrían salido sin ningún problema si no fuera por un pequeño contratiempo...

Pulga y Pelaje estaban llegando al grupo pero justo cuando Pulga llegó primero, Pelaje empezó a notar un picor dentro de sus fosas nasales.

—Ah... ah... aa... Polvo... me ha entrado polvo, quillo...—sintió que tenía ganas de estornudar.

—¡Ni se te ocurra estornudar, ¿eh?...! ¡Ni se te ocurra, que te conozco! —advirtió Pulga.

Julia y los niños miraron con preocupación y horror a Pelaje. Su estornudo despertaría a la bestia durmiente y esta no dudaría en comérselos.

—¡Pelaje... no! —susurró Luis, —¡Aguanta!

—¡Gato malo! —susurró también Clara.

Pelaje trató de resistir la tentación de estornudar a pesar de que las pequeñas motas de polvo bailaban dentro de su nariz. Para él era una tortura peor que estar sin pescado una semana.

—¡Que no aguanto...! —Pelaje ya no podía más, y finalmente, pegó un fuerte estornudo.

El estornudo del pobre gato pudo oírse en un eco por toda la cueva. Julia, Luis y los demás miraron horrorizados mientras lo peor iba a ocurrir...

—¡Eres... tonto! ¡Un tonto de capirote! —gritó Pulga en voz baja.

Para horror de todos, Sharptooth abrió rápidamente su ojo al oír el ruido. Antes de que pudiera despertar completamente; Luis, Julia y los demás se escondieron en la caverna y fueron por el camino que había en su interior.

La enorme bestia ya estaba despierta y se alzó en sus cuatro patas mirando alrededor. Empezó a gruñir fuertemente sintiendo que había alguien en su territorio... una presa al que poder hincar el diente incluso siendo un intruso. En el caso de Luis, sus amigos y su madre; serian unos cuantos intrusos. Empezó a caminar lentamente mirando por los alrededores, aun gruñendo mientras atravesaba el suelo de huesos. No veía nada, solo se oían gotas cayendo de las estalactitas. Sin embargo, esto no impidió que Sharptooth siguiera sintiendo la presencia de que alguien invadía su territorio y siguió buscando.

En la caverna, Julia y los niños sentían que Sharptooth podía sentirlos de cerca y pudieron oír su fuerte rugido de furia.

Pulga sabia que tenía que hacer algo para que Luis y los demás pudieran escapar y encontrar al resto del grupo y frunció el ceño.

—Psst... Luis. —susurró a Luis en el oído llamando su atención, —Escucha bien. Pelaje y yo lo distraemos mientras vosotros salís de aquí ipso facto.

—¡Pero, Pulga...! —protestó Luis, sin estar de acuerdo.

—Quillo, escúchame. Somos gatos, estaremos bien. Te prometo, miarma, que saldremos de aquí. ¡Marchaos!

Pelaje oyó la conversación y protestó también, —¡Ah no, ni de broma! ¿Tú qué quieres? ¿Matarnos?

Pulga lo hizo callar y le dijo, —No seas tonto. ¿Olvidas que somos felinos? Te apuesto lo que quieras a que somos más astutos que ese peludo carnívoro. Además, la culpa es tuya. Si no hubieras estornudado...

—Y dale... ¡que fue sin querer, ¿cómo te lo tengo que decir? —se enfadó Pelaje.

Oyendo los ruidos de la caverna, Sharptooth giró su cabeza en dirección a ella rugiendo con mayor fuerza aun si cabe. Lentamente empezó a acercarse para ver si había alguien allí, impaciente por hincar el diente a su presa. Pudo sentir que había alguien ahí, y cuando más se acercaba, su furia y hambre aumentaban.

Para su sorpresa, aparecieron ante sus ojos Pulga y Pelaje para salvar a Luis y a los demás dándoles tiempo para buscar la salida.

—¡Hombre, mira que tenemos aquí! —exclamó Pulga sonriente, —¡Si es Sharptooth, la bestia más temida de las Montañas de la Muerte! ¿Cómo lo ves, Pelaje, hijo?

Pelaje tenia miedo y temblaba de miedo, pero trató de seguirle el juego a su amigo.

—¡Hombre...! Diría que sí. ¿No ves esos colmillos tan grandes que tiene? ¿Y... y esos ojos inyectados en sangre de ira? —dijo tartamudo y asustado tratando de sonreír.

Pero Sharptooth, creyendo que los dos gatos eran los intrusos, rugió furiosamente provocando un eco en la cueva. Pelaje gritó mientras él y Pulga echaron a correr a cuatro patas para distraer a Sharptooth.

—¡Funciona, quillo, funciona! —exclamó Pulga riendo.

—¡Pues como no funcione, verás! —gritó Pelaje.

Oyendo la distracción, Julia aprovechó para llevarse a los niños a la seguridad. Mientras corrían, Luis se dio la vuelta, preocupado por sus amigos gatos, confiando en que ellos también salieran después de distraer a Sharptooth el tiempo suficiente.

El grupo salió por una salida cuesta arriba, pudiendo salir de la cueva al fin.

—¡Hemos salido por fin! ¡Estamos salvados! —exclamó Clara saltando de alegría.

—Espera... ¿dónde están Pulga y Pelaje? —preguntó Toni dándose cuenta de que sus amigos gatos no estaban con ellos.

—Estarán bien. —contestó Luis en un tono tranquilo y de confianza, —Han distraído a ese monstruo para salvarnos. Seguro que saldrán también de allí.

—Eso espero... —dijo Clara empezando a preocuparse por los gatos.

—No te preocupes, Clara. Estarán bien. —aseguró Julia, sabiendo que su hijo tendría razón, —Hemos de ir a buscar a vuestros amigos y esperar que estén bien. Primero hemos de ir al campamento y recoger provisiones. ¡Vamos!

Los niños sabían que la madre de Luis tenía razón. No era momento de discutir ni preocuparse por Pulga y Pelaje. Tenían que seguir adelante y buscar a sus amigos... y confiar en que sus gatos amigos hayan podido escapar.

La Isla PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora