Capítulo 10

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En alguna parte de la selva, la Banda Gatuna caminaba por el sendero mientras Tigre estaba ya exhausto. Habían cruzado un río saltando de roca a roca, luego se habían topado con una serpiente gigante de la que escaparon cuando Grillo accidentalmente tiró de su cola, y finalmente llegaron al sendero en el que estaban caminando.

—¡Quillo, que tengo sed! —gritó Tigre incapaz de soportar la caminata.

—¿Podemos ir más despacio? Debo recordar que a Tigre se le están gastando las patitas, miarma. —preguntó Grillo.

—Yo también tengo sed, compadres, pero, ¿qué le vamos a hacer si no hay nada que beber? —respondió Pulga consternado.

Mientras caminaban, Pelaje vio una especie de manguera entre unos arbustos y llamó entusiasmado, —¡Chicos, mirad lo que he encontrado!

Trató de agarrar dicha manguera mientras sus compañeros se acercaron.

—¡Gracias al cielo! ¡Agüita fresquita! —exclamó Tigre aliviado y contento.

—Pero... ¿no estará la manguera atada a algo? —preguntó Pulga confuso mientras Pelaje seguía tirando de ella.

De repente, de entre los arbustos, salió un elefante muy enfadado porque lo que sujetaba Pelaje... ¡era su trompa! Toda laa Banda Gatuna dieron un grito de sorpresa y miedo al ver al furioso animal.

—¡Sí, a un elefante, quillo! —gritó Grillo asustado.

El elefante soltó su trompa de las zarpas de Pelaje y se enfadó mucho.

—¡Entonces lo que agarré, era su trompa! —dijo Pelaje dándose cuenta antes de tragar saliva.

—¡Ofú, Pelaje, no debiste haberle hecho eso! —le dijo Tigre.

—¡Tienes razón, Tigre!

El elefante pegó un berrido de enfado haciendo que Pulga y los demás huyeran gritando asustados.

—¡Corred! ¡Sálvese quien pueda! —dijo Pulga.

El elefante los siguió a toda velocidad muy furioso. Sus enormes pisadas mientras corría hacían temblar el suelo mientras alcanzaba lentamente a los gatos para atraparlos con la trompa. Los felinos, asustados, la esquivaron saltando y corriendo.

—¡Seguidme, por aquí! ¡Que nos está pisando los talones! —gritó Pulga.

Sus compañeros le siguieron saltando entre unas palmeras para ponerse a salvo, mientras el elefante aún les perseguía lleno de furia. Sin darse cuenta, se quedó atascado entre las dos palmeras.

Después de correr un buen rato, la Banda Gatuna consiguió perder de vista al elefante y se pararon para descansar.

—¡No aguanto más, ofú! —exclamó Pulga muy enfadado apretando y alzando el puño, —¡Que me devuelvan el dinero!

—Si no hemos pagado nada, quillo. —dijo Grillo.

—¡Bueno, no se me ocurría qué decir, ¿qué pasa?!

Mientras discutían, Tigre vio algo impresionante, —¡Madre mía! ¡Mirad eso! —llamó.

Parando su discusión, sus amigos miraron a donde estaba mirando Tigre. No podían creer lo que estaban viendo: era el mismo río en el que estaban Luis y los demás pero ya se fueron recientemente. ¡Por fin habían encontrado agua!

—¡Agua! ¡¡Agua al fin!! —chilló Pulga emocionado corriendo al agua para beber de ella.

Sus amigos, sin poder resistir a apagar su sed, también se lanzaron a beber. Dos minutos después de haber apagado su sed, suspiraron felices y descansaban en la orilla.

La Isla PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora