Capítulo 11

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A la mañana siguiente, el grupo se despertó y se prepararon todos para desayunar.

Pulga y los demás gatos también se les unieron. No durmieron en toda la noche, ya que siendo nocturnos, y después de su siesta de ayer, decidieron hacer guardia en la entrada de la cueva para vigilar de que no venga ninguna bestia salvaje a atacar a sus nuevos amigos.

Todos desayunaban zumo de naranja, cereales y tostadas mientras Pulga y los demás bebían leche. Después del desayuno, los pequeños ayudaron a los mayores a fregar los utensilios que usaron en una pequeña fuente que estaba cerca de la entrada a la cueva. Luis le pasó a Jenny los cubiertos que ella mojaba en el agua antes de que Toni los cogiera y usase un jabón que habían salvado del naufragio para lavarlos. Después, Clara los puso en el agua otra vez para quitar el jabón y dejarlos limpios en la cocina de la cueva, uno por uno.

Alex y Juan bucearon en el mar buscando más pescado llevando lanzas con ellos, mientras Johnny usó una red para atrapar peces.

Pedro estaba cogiendo huevos de tortuga para hacer sopa de tortuga. Cuando cogía los últimos huevos, la tortuga que los cuidaba le descubrió y empezó a tratar de perseguirlo furiosamente. Pedro se dio cuenta y gritó asustado huyendo de la tortuga a gran velocidad que la tortuga se rindió enfadada y volvió a cuidar de los huevos que quedaban.

En la jungla, Luis estaba ayudando a Pablo a recoger frutas de las palmeras y los árboles. Pablo sabia trepar, pero temía que alguna criatura peligrosa pudiera acechar en cualquier rama. Por suerte para él, no hubo peligro alguno y fue tirando todas las frutas al suelo mientras Luis las cogía en una cesta enorme que él sostenía. Con un poco de paciencia, concentración y aprendizaje, el pequeño no tuvo problemas para hacer una montaña de frutas en la cesta.

Más tarde, el grupo planificó que podían usar para jugar, ya que los niños se aburrían y no tenían nada con que divertirse y usar su imaginación. Finalmente, todos se pusieron de acuerdo y jugaron en la playa.

Primero empezaron a jugar al fútbol con un coco blando capaz de resistirse a las patadas y pases de los jóvenes. Tuvieron un buen rato hasta la hora de comer, y al terminar, volvieron a la cueva para comer.

Al terminar de comer, los pequeños se echaron la siesta con la Banda Gatuna, mientras Jenny fregaba los utensilios con la ayuda de Alex. Sin embargo, el muchacho no se dio cuenta de que Jenny se sonrojaba al estar cerca de él, ya que ella trató de ocultar su timidez mirando a otro lado mientras Juan hacía guardia en la entrada de la cueva.

Luego por la tarde, después de que los pequeños se levantasen de la siesta, Alex sugerio ir a buscar agua potable. Al oír la idea, Pulga les habló de un pequeño lago con cascada que él y sus amigos vieron mientras rondaban por la isla. Aunque Juan no se fiaba de ellos, Luis y los demás hicieron una excursión por la parte de la selva en la que habían estado la Banda Gatuna. Pulga hizo de guía y se aseguró de que todo el grupo no se perdiera ni se separase. Gracias a su instinto felino, no tardó en encontrar la cascada que había mencionado. Los chicos estaban impresionados al ver una vista tan espectacular.

—Os gusta, ¿eh, quillo? —sonrió Pulga.

—¡Y ahora viene lo bueno! El agua dulce está muy buena para beber! —añadió Pelaje.

Alex lentamente se acercó al agua, y arrodillado, cogió un poco de agua. La observó detenidamente y se dio la vuelta mirando con duda a Pulga.

—¡No te cortes, quillo! —le animó el pequeño gato gris, —¡Echale un trago, miarma!

Después de unos segundos, Alex obedeció y bebió un poco. Pudo sentir en su paladar agua dulce que se podía beber y mostró en su rostro una sonrisa de satisfacción y milagro.

La Isla PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora