Las nubes empezaron a tapar lentamente el sol, dejando un ambiente nublado que oscurecía un poco la selva, haciendo imposible de ver en algunos rincones con sombra donde ir y dando la sensación de que hubiera muchas cuevas en aquel lugar.
En el campamento; Jack, sus hombres y piratas rodeaban a Eduardo y a Ranches mientras el último mantenía una fría conversación con el padre de Juan.
—Eduardo, no entiendo porque tienes que sufrir a lo tonto. —dijo dando vueltas alrededor de Eduardo quien le miraba con desprecio, —Créeme, tu hijo estará mejor aquí. Es el único castigo que le puedes dar por desobedecerte, por robar un barco para jugar a los piratas y partir sin permiso de nadie. Si me dejas darte mi opinión... creo que habrías estado mejor... sin tener una familia. Una esposa y un hijo. Para eso existen las familias, para mentirse unos a otros en ella. Para herirse unos a otros en ella. ¡Ignorarse unos a otros en ella! ¡Eso es una familia! —dijo enfadado mientras las visiones de su triste infancia invadieron su mente.
Eduardo ya tuvo bastante, y con el ceño fruncido le contestó:
—Puede que sea cierto. Pero yo quiero a mi familia con sus virtudes y defectos. Con eso me basta. Ya estoy harto de tonterías, Ranches. —puso mi mirada hacia él, —Devuélvame a mi hijo.
—¡No pienso devolverte tu hijo hasta que tenga ese oro! —gritó Ranches muy furioso.
Pero Eduardo le devolvió el grito:
—El oro es lo único en lo que usted piensa. ¡Cree que es su única cura para su pasado pero no es así! —dijo.
Dejándose llevar por la ira, Ranches le pegó un fuerte puñetazo en la cara, tirándole al suelo y tratando de aniquilarlo con sus propias manos, gritando furiosamente mientras los piratas le animaban gritando fuertemente. Eduardo trató de bloquear sus puños usando sus propios brazos y le dio una patada en el estómago, tratando de moverlo para levantarse.
Una voz de mujer interrumpió la pelea:
—¡¡Ya basta!!
Ranches giró y miró arriba para ver a Luis, Clara, Toni y Julia en una cuesta, mirando con ceño fruncido y enfado en sus rostros.
—¿Los niños? Imposible. —dijo Ranches incapaz de creer lo que vio.
—¡Señor Eduardo! ¿Está bien? —llamó Luis preocupado.
Los cuatro bajaron la cuesta para socorrer a Eduardo. Cuando su madre se acercó a Eduardo, trató de ayudarle a ponerse en pie.
—¿Julia? ¿Eres tú? —preguntó Eduardo sorprendido al verla.
—Sí. Estoy bien. —sonrió Julia aliviada.
Los piratas se sorprendieron al ver a Julia y a los niños fuera de la cueva.
—¡Ah...! ¡Los pequeños...! —dijo Ranches fingiendo estar sorprendido, —Creí que estabais de excursión con Osvaldo... y Roger. —frunció el ceño mirando a los dos mencionados piratas, quienes con miedo tragaron saliva.
—¡Idiotas...! —les susurró Jack enfadado, —¿Cómo han escapado de la cueva?
—No lo sé... ¡Estábamos seguros de que no saldrían de allí! —dijo Roger asustado antes de echarle la culpa a Osvaldo, —¡La culpa es de este gordo estúpido!
—¡¿Perdona?! —gritó Osvaldo ofendido, —¡Yo seguía el plan en condiciones y sin rechistar!
—¡Señor Ranches! ¡Denos una buena razón para que no nos enfademos con usted! —dijo Luis enfadado mientras él y sus amigos se acercaron valientemente.
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La Isla Perdida
AventuraInspirada en la novela 'Dos Años de Vacaciones' de Julio Verne, 'La Isla Perdida' cuenta las aventuras de un grupo de niños perdidos en una isla cuando uno de ellos trata de buscar aventuras en el mar, junto a cuatro gatos andaluces parlantes. El gr...