Capítulo 18

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—¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Qué alguien nos saque de aquí, por favor! —gritó Clara dentro de la oscura cueva.

—¡¡Socorro!! —gritó Luis más fuerte.

Pelaje se acercó y puso su oído en la roca para comprobar si alguien podía oír sus gritos de socorro.

—Es inútil, chiquillos. ¡No hay nadie! —exclamó preocupado.

—¡Si, al menos, nos hubierais escuchado desde el principio, os habríais enterado de que son piratas de verdad! ¡Que sólo os quieren para tener su oro, miarma! ¡Pero no! —protestó Pulga, —¡Os teníais que creer lo que os dicen para quedaros aquí atrapados!

—Tienes razón, Pulga. —dijo Luis asustado, —¿Por qué no os hemos hecho caso?

Pelaje trató de animar a sus amigos humanos y a Pulga.

—Tranquilos, miarma. ¡No hay por qué preocuparse! Seguro que encontramos otra salida por ahí. Debe de haber alguna en alguna parte. —dijo esperando que sus propias palabras fueran ciertas.

—Pues ya me dirás donde, Pulga, quillo. ¡Esto está más oscuro que un sótano abandonado! —dijo Pelaje asustado.

—Tú no te separes de mí, Pelaje, hijo. Y los peques, seguidme.

El grupo empezó a caminar por el camino que había. Mirando alrededor, solo encontraron paredes rocosas y pedruscos en el suelo pero eso no les impedía avanzar. De vez en cuando miraron hacia arriba para ver las estalactitas del techo rocoso mientras andaban con cuidado para no tropezar con algo.

Salieron del pasillo rocoso y vieron algo sorprendente. No podían creer lo que veían. Una enorme caverna con caminos llevando a diferentes partes: unas llevaban a niveles superiores de la caverna y otras a los niveles más bajos. Parecía un laberinto sin paredes.

—Uy... esto va a ser muy difícil. Me da en la nariz que vamos a tardar mucho en salir de aquí. —dijo Luis después de tragar saliva.

Toni miró los caminos posibles y trató de elegir cual sería el correcto, pero finalmente recurrió a una solución que esperaba no usar demasiado pronto.

—Creo... que tendremos que separarnos para buscar la verdadera salida. —dijo.

Los demás le miraron atentamente.

—¿Tú estás loco, hijo? —preguntó Pulga atónito, —Y si nos perdemos... ¿qué?

—Es la única solución... Al menos que tú y Pelaje uséis vuestro instinto felino para buscar una salida, claro.

—Toni tiene razón. Los gatos sois muy ágiles. —dijo Luis.

—¡Pero no unos sabelotodo, listillo! —exclamó Pelaje.

—Espera, Pelaje... Luisito, dinos tu plan, anda. —interrumpió Pulga mirando a Luis.

Luis pensó y tuvo una idea.

—Nosotros esperaremos mientras elegís un camino y veis si sirve para salir de aquí. Si no hay salida o veis que puede no ser el correcto, solo tenéis que retroceder mientras os esperamos aquí. Si no os podéis orientar, gritais y os respondemos para que sepáis que estamos aquí. —explicó.

—¡Buen plan! —sonrió Pulga.

Pulga y Pelaje fueron por uno de los caminos mientras los niños esperaban.

Pasaron unos minutos y volvieron con los niños.

—Ese camino llevaba a un punto muerto. Vamos a probar otro. —dijo Pelaje.

La Isla PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora