Capítulo 7.

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En sus brazos me sentía otra, el miedo se esfumó en cuanto sus manos me tocaron con amor, aun podía percibir su dolor, pero sobre todo su necesidad de estar conmigo. Ahora lo comprendía, él estaba roto por dentro con miedo de amar, no es fácil perder a las personas que piensas que siempre estarán a tu lado; le hago saber con mis besos que no voy a irme de su lado. Miguel toma mi cuerpo sin reservas y me besa apasionadamente, aunque el clima es fresco los dos estamos sudando, tiemblo como antesala al inminente orgasmo.

—No cierres los ojos, mírame —suena como un ruego, en vez de una orden.

Me pierdo en sus hermosos ojos esmeralda. Él aprieta mis glúteos y se introduce en mí más fuerte, yo siento morir por el contacto piel a piel. Pasa su lengua mojada por todo mi cuello hasta llegar a mi boca, me muerde y hala el labio inferior.

—Eres completamente deliciosa —me da una nalgada con una penetración fuerte y me deshago en él.

Jadeo extasiada sin perder el contacto con sus ojos, lo aprieto con mis piernas y él continúa introduciéndose en mí rápidamente, buscando su liberación que no tarda en llegar; un quejido varonil sale de su garganta hundiendo su cabeza en mi cuello. Los latidos de su corazón hacen vibrar mi cuerpo. Comienza a esparcir besos en mi barbilla y me abraza, me sorprendo mucho, pues nuestros encuentros habían sido más ardientes que cariñosos. No me suelta, me mantiene sujeta con él aun en mi interior.

—Te necesito Renata, más que nada en mi vida —se me hace un nudo en la garganta, yo lo amo tanto pero jamás se lo he dicho, tampoco él a mí. ¿Será esta su manera de decirme que me ama?

—Yo también te necesito —murmuro tragándome todo lo que en realidad quiero decirle. Él me sonríe, siento crecer su pene nuevamente en mi interior, no me da chance a nada y volvemos a hacer el amor.

Me pide que nos duchemos juntos, el pánico me invade. Sonaré idiota, pero, aunque él ya me conoce desnuda, nunca he tenido ese tipo de intimidad de bañarme con alguien y que observe todos mis defectos físicos, él no tiene ninguno; pero mi cuerpo no es para nada igual al de las mujeres con las que él ha estado.

—Pequitas, ¿vamos? —me tiende la mano —¿Me tienes pena? —pone cara de sorpresa.

—Un poco —contesto sincera y él me mira con ternura.

—Pero mi vida, si vas a tener un hijo mío. Además, conozco cada rincón de tu cuerpo y sabes qué...

—¿Qué? —pregunto hechizada por él.

—Me encanta, jamás un cuerpo fue para mí tan atractivo como el tuyo —me vuelve a dar su mano y yo lo acompaño.

Nos enjabonamos riendo relajados, me hace sentir segura y cómoda. Luego nos acostamos desnudos, soy feliz encima de su cuerpo y en segundos cierro mis ojos. Me despierto al sentir frio, lo veo vestido pulcro con su traje formal, me arropa y se sienta en la orilla de la cama dándome un beso en la frente.

—¿Qué hora es? —pregunto más dormida que despierta.

—Son las seis, descansa. Tengo varias reuniones todo el día —él casi no ha dormido y esta como si nada, vaya resistencia que tienen los médicos.

—De acuerdo —me acomodo en mi almohada dispuesta a seguir durmiendo.

—Recuerda; si sales, no salgas sola. Hay un chofer disponible para ti —acaricia mi espalda.

—Ujum —respondo, lo siento levantarse de la cama y caminar hacia la puerta antes de caer en un sueño profundo nuevamente.

Cuando despierto son las 10:00 de la mañana, me estiro en la cama sintiéndome feliz. Me ducho, me cambio y bajo a comer algo, entro en la cocina y no hay nadie.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora