Capítulo 13.

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Miguel no le dirige la mirada, continúa enrollando su dedo en un mechón de mi cabello. En cambio, yo lo observo a él y luego a ella.

—Isadora lo que tengas que decirme dilo enfrente de mi novia, igual tendré que contárselo después —ella luce muy molesta, pero intenta calmarse.

—¡Es algo personal! Tu novia podría tener la sutileza de darme unos segundos a solas contigo, no tardaré —le pide al borde del llanto.

—Miguel no hay problema, yo ya me iba. Te espero en casa —acaricio su mejilla.

—No —se pone de pie y toma mi mano —. Vamos a ir a almorzar juntos. Isadora si son unos segundos dímelo ahora —suspira rendida.

—Está bien, vengo a buscarte como médico —se acerca al escritorio —. Mi padre tiene un tumor cerebral y la operación es demasiado riesgosa, no nos dan garantía de que salga con vida —dos lágrimas caen por sus mejillas.

—¿Trajiste el diagnóstico médico? —ella asiente y le extiende una carpeta, Miguel me suelta para tomarla. Comienza a leerla y a caminar al mismo tiempo, ella me ve con rabia y yo la miro apaciblemente.

—Kiroga lo operará, él es una eminencia.

—Pero no es mejor que tú, eres el mejor neurocirujano de México y de América. ¡Por favor, Miguel! Te lo pido como amiga, sé que te fallé y que arruiné lo que pudo ser entre nosotros —no comprendo, ¿lo qué pudo ser? —. No lo hagas por mí, hazlo por él, como ser humano que tiene una familia que no quiere perderlo.

—Está bien, por la tarde iré al hospital —expresa sin ningún tipo de sentimiento.

—¡Gracias! ¡Gracias! Permiso —se da la vuelta y sale.

Me quedo pensando en que no me gusta que se estarán viendo seguido, pero puedo entender que es la vida de alguien la que está en juego.

—¿Qué quieres comer? —me abraza por la espalda y me saca de mis pensamientos.

—Una hamburguesa con extra-queso —me doy la vuelta besándolo.

—Justo tengo antojo de eso —sonreímos.

Salimos tomados de la mano y la gente sigue viéndome como si fuera una aparición, Miguel camina seguro y entrelaza más fuerte mi mano. Comemos muertos de la risa, él con sus ocurrencias hace que me olvide de todo, luego de un rato paga la cuenta y nos vamos. Supongo que me dejará en casa pues dijo que por la tarde iría al hospital, yo trato de parecer indiferente, aunque, los celos me invaden. Leo en letras grandes "Hospital Medical Center CDMX", en un edificio blanco e impecable, él gira e ingresamos, lo miro confundida.

—Serán unos minutos nada más, ¿te molesta amor? —niego con la cabeza mientras un guardia le pide identificación en el estacionamiento subterráneo.

—Adelante doctor —comunica con respeto y aprieta un botón para que se levante la tranca.

Entramos al hospital, Miguel me toma de la mano nuevamente. Nos acercamos hasta la recepción.

—¡Buenas tardes!

—Buenas tardes. ¿Qué deseaba? —responde la enfermera sin vernos, mientras chismosea con otra enfermera —Te juro que él la engaña con la anestesista —ambas ríen y continua con el cotorreo.

—Señoritas, ¿serían tan amables de indicarme la habitación del señor Álvaro Clarusso? —pide Miguel pacientemente.

—¿Es usted un familiar? —señala mirándonos al fin, sus ojos se agrandan al reconocer a Miguel —¡Doctor Hunt! ¡Bienvenido! Mil disculpas, no lo había reconocido —se pone de pie nerviosa.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora