Capítulo 21.

526 50 2
                                    

"Renata"

No puedo dejar de ver la carita de mi hermosa hija. ¿Cómo es posible que haya salido de mí? Me derrito ante su sonrisa, es que es tan perfecta.

—Sabes Nata, nunca imagine vernos así —levantó mi mirada, Edith carga a uno de sus hijos que parecen bebés de revista, son idénticos a su padre, pero tienen los ojos de ella —. Ambas somos madres —sonrío, la verdad es que gracias a Edith he recuperado algo de mi vida, todo lo que me ha contado me ha servido para entender que tengo que ser paciente, voy a recordar, sé que sí.

—¡Gracias Edith! Tú me has hecho comprender tantas cosas —expreso sincera.

—Siempre estaré para ti, eres mi hermana Renata —mi corazón se emociona ante sus palabras, tengo mucha gente que me ama.

—¿Podemos pasar? —pregunta Armando mirando a su esposa con devoción. Se acerca y le da un beso, para luego cargar a su hijo —¿Me extrañaste hijo? —lo besa repetidamente y el niño ríe a carcajadas, se ve que es un excelente padre —Mi dormilón, Jorge Armando salió igualito a ti mi amor —se acerca al cochecito y acaricia la carita de su otro hijo.

—Tú me volviste dormilona, yo siempre he sido madrugadora —protesta Edith. Miguel entra y fija su mirada en mí.

—¿Quieres que me la lleve? —me pregunta complaciente y yo lo veo como si acabara de decir una locura, pego a Violeta más a mi cuerpo.

—¡Por favor, no! No, quiero separarme de ella —le ruego, él acaricia mi mejilla y yo instintivamente cierro mis ojos.

—Lo que tú desees, así será —besa mi nariz —. Pediré que traigan un cunero mañana nos darán el alta y podremos irnos, tú familia están ansiosos en casa esperándolas —me pongo nerviosa ante su tacto, es como si mi cuerpo respondiera solo.

—Bueno, nosotros nos vamos —ríen disimuladamente Edith y Armando, volteo a verlos apenada seguro tenía cara de boba viéndolo.

—Los acompaño —dice Miguel amablemente.

—No te preocupes, por cierto, ya nos mudamos a mi apartamento —Miguel lo mira serio —. Y antes de que te molestes, recuerda que estamos a una cuadra de tu casa —expresa en tono conciliador.

—Sabes que no era necesario Armando, en mi casa hay demasiado espacio.

—Miguel, ustedes necesitan su espacio, además... será para dormir nada más —él suspira rendido.

Edith y Armando se despiden de mí dándome un cálido abrazo, la manera en cómo lo hacen es como si lo hubieran hecho siempre. De verdad que son personas valiosas en mi vida. Todos salen y yo me quedo con mi pequeña, le doy besitos alrededor de su carita y ella bosteza.

—Eres tan hermosa mi Violeta —aspiro su aroma y su olor es como si fuera la cosa más deliciosa para mí, a pesar de que aún no recuerdo mi vida ella hace que todo tenga sentido —. Te amo hija.

—Me parece un sueño verlas así —volteo y Miguel está parado en el umbral de la puerta observándonos.

—Y a mí me parece un sueño todo lo que estoy viviendo —camina hacia nosotras con elegancia, como puede ser posible que hasta su andar sea sexy. De repente, un intenso dolor cruza mi cabeza y me descoloca.

—¡Ahhh! —varias imágenes pasan una tras otra velozmente en mi mente, cierro mis ojos ante el dolor.

—¿¡Amor, estás bien!? —escucho su voz en segundo plano y poco a poco todo va pasando—¡Renata! ¡Respóndeme, háblame! —veo mis brazos y mi hija no está, me calmo al verla en los brazos de Miguel.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora