Capítulo 40.

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Ya con sus heridas curadas, Miguel, llega al lugar donde lo ha citado el gobernador. El sitio parece sacado de una película de zombis donde deben de resguardarse del ataque de esas criaturas. Es una fortaleza. Miguel esta atónito por la cantidad de seguridad que tiene y de todo lo que han construido alrededor para evitar el ingreso a esta hacienda. Pasa dos retenes de guardias de seguridad antes de poder ingresar.

—¡Bienvenido, doctor Miguel! —El gobernador lo recibe. —¿Qué le sucedió? —Reacciona al verlo herido.

—Tuve un pequeño percance. Nada grave. —Menciona sin importancia y pasan a la sala principal.

El lugar es todo lujo. No escatimaron en dinero. Muebles, sillas, lámparas y chimenea hacen del lugar un paisaje de revista. Miguel sigue al gobernador que no se detiene hasta llegar a lo que parece ser su oficina.

—Adelante, tome asiento. —Le indica. —Esta hacienda la herede desde que tenía 20 años cuando mi padre falleció. Desde ese entonces he venido remodelándola. Mi padre tenía mucho dinero el cual herede. —Menciona como si Miguel fuera a juzgarlo por su puesto político.

—No es necesario que aclare nada, señor gobernador.

—Mi nombre es Javier. —Señala, para que lo llame por su nombre.

—Mi nombre es Miguel. —El asiente.

—Miguel, como es de su conocimiento mi hijo tiene muerte cerebral en el 90% de su cerebro. He buscado por todo el mundo a algún neurocirujano que me de esperanza y pueda operarlo, pero todos recomiendan desconectarlo. —Respira profundo. —Lo he pensado muchas veces sabe, pero mi amor de padre se niega a dejarlo ir. —Miguel lo comprende. Él es padre también y ni siquiera puede contemplar algo así. —He agotado todas las instancias antes de pedirle esto... —en su voz se percibe algo de miedo. —¡Ayúdeme! Salve a mi hijo o por lo menos haga el intento de salvarlo. —Lo mira como si rogara por un milagro.

—Javier, antes de contestarle solamente quiero que tenga en cuenta las únicas dos opciones de su hijo: número uno quedará para siempre en estado vegetal si no lo opero y número dos tiene altas probabilidades de que no salir con vida si lo opero.

—Estoy consciente de eso, Miguel, pero quiero por lo menos tener la paz de saber que hice hasta lo imposible por salvarlo.

—Entonces, yo lo operaré. —El gobernador comienza a llorar suavemente. —Vamos a intentar ese milagro.

—¡Gracias, Miguel! —Su voz esta quebrada por el sentimiento de esperanza que emerge.

—Tenemos que pensar donde lo operaremos porque por seguridad pienso que...

—Lo operaras aquí. —Demanda y Miguel cree haber escuchado mal. —Hice una sala de operación con todo la regulaciones e implementos que necesitas. Puedes pasar a revisarla y decirme si hace falta algo. —Miguel se asombra, nuevamente.

Al entrar a la sala efectivamente es un copia exacta de una sala de operación de hospital. Miguel revisa cosa por cosa y todo esta como debe de estar. Adicional tiene una sala de recuperación. El gobernador pensó en todo.

—Mi amigo Armando me asistirá en la operación y también traeré a mi anestesista y enfermera de confianza. —Le indica.

—Me parece bien. Por favor, no escatimes en nada. Quiero todo lo mejor para mi hijo.

—Esta bien. Déjame hacer un análisis de todo y te indicaré la fecha de operación en dos días. —Dicho esto se despide del gobernador y sale rumbo a su casa. Armando lo espera a unas calles de allí. Por su seguridad estaba listo a cualquier cosa, aunque viendo la seguridad que tiene esa hacienda duda mucho en que hubiese podido hacer algo de haber sido una trampa.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora