Capítulo 24.

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Esta mañana se sentía particularmente extraña, ese sueño con Miguel fue muy vívido. ¿Y si fue un recuerdo? Entonces, Miguel no la quería. Ahora estaba más confundida que nunca, continúo bañando a Violeta quién reía y disfrutada del baño.

—Señora, su desayuno está listo. ¿Se lo traigo o bajará?

—Bajaré, ¡muchas gracias!

No sabía a qué hora regresaría Miguel del hospital y la verdad, no quería esperar. Iría a buscarlo a la hora del almuerzo y le contaría sobre el sueño, él le diría si pasó en realidad.

"Hospital"

Miguel terminaba la operación de emergencia junto con cuatro cirujanos más, todos los internos aprendían de su destreza y los otros lo admiraban como siempre. Más de ocho horas en el quirófano y la maratón sexual con Renata comenzaba a pasarle factura.

—Lo dejo que cierre, doctor Melet —indicó cediendo su puesto y retirándose, lo más complicado estaba hecho.

La doctora Melanie salió también, ambos se quitaban los implementos y procedieron a lavarse.

—Larga jornada doctor, tiene usted una destreza impecable con las manos.

—Gracias doctora —no le dirigía la mirada, percibía sus intenciones. Sin darle tiempo a decir algo más salió rápido de ahí.

El efecto posturno comenzaba a hacer acto de presencia, Miguel sabía que después de una larga jornada de trabajo en lo único en que pensaban los médicos era en sexo. Antes de conocer a Renata sobraba con quién dejarse llevar, pero ahora que era un hombre comprometido su vida había cambiado radicalmente. Entró a su vestidor a cambiarse, debía ir a casa de inmediato.

—¿Qué lo hace huir de mí doctor Hunt? —Miguel estaba a punto de quitarse su pantalón, se detuvo y giró para ver a la doctora Melanie en su puerta.

—No huyo de usted doctora —ella sonrió escaneando su torso desnudo.

—Me dio esa impresión desde que usted y yo nos conocimos —caminó hacía él.

—Doctora Melanie, le pido de la manera más amable que salga —ella posó sus manos en su pecho de manera descarada.

—Doctor Hunt, no se preocupe, no me importa si tiene mujer. No quiero nada serio con usted, podemos pasarla bien y nadie se enterará —Miguel la miraba sin dar crédito, no es que no le haya pasado antes, pero no imaginó que fuera tan directa.

—Permiso doctora, debo irme —tomó su camisa y salió.

Mientras tanto Renata entraba al hospital, no fue difícil que le dieran información sobre Miguel al parecer la recordaban como su esposa. Le dijeron que estaba terminando una operación, le habían dicho la dirección de su consultorio, pero ya se había equivocado tres veces de puerta. Los apellidos estaban todos en una pared junto con el número de puerta, no recordaba si era 43 o 46. Decidió regresar para asegurarse del número de puerta.

—¡Auuuuu! —Chocó contra un duro pecho.

—Renata —la miraba extrañado —, amor. ¿Qué haces aquí? —terminaba de colocarse su camisa, parecía molesto.

—Yo vine a... —observó a una doctora que parecía venía en busca de Miguel, pero que ante su mirada siguió su paso disimuladamente —¿por qué? ¿acaso no puedo visitarte? —era la misma doctora que le coqueteo en el pasillo a Miguel, la vez que estuvo interna en este hospital.

—Claro que sí, pequitas. Puedes visitarme cuando quieras —sonrió —. Ven, vamos a mi consultorio —la tomó de la mano caminando a prisa.

Entraron a su consultorio y Miguel sin darle tiempo de hablar la levantó haciendo que enrollara las piernas en sus caderas, sujetó sus glúteos aprisionándola contra la pared. Renata no entendía por qué estaba tan excitado, cuando debería de estar agotado.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora