Capítulo 12.

479 40 1
                                    

Entramos directo a emergencias, rápidamente un doctor nos atiende y me sorprendo por lo guapo que es, por supuesto no más que Miguel. El doctor intenta acercarse, pero mi cachorrito no lo deja y comienza a gruñirle.

—¡No bebé! Él es bueno y te curará, yo estoy aquí —como si entendiera deja de gruñir y así el doctor puede tomarlo.

—¡Vaya! Parece que tienen una bonita conexión —me sonríe con una dentadura hermosa que no imaginé que tenía, de inmediato siento las manos posesivas de Miguel sobando mis hombros. ¡Hombres! Comienzo por relatarle al doctor como lo encontré.

—¿Se lo quedarán? —pregunta mientras lo revisa minuciosamente.

— ¡No!

— ¡Si! —decimos al mismo tiempo, fulmino a Miguel con la mirada.

—Bueno, mientras se deciden iré a tomarle unas radiografías —se va con mi perrito.

—Renata, no discutiré esto contigo. ¡No, nos quedaremos al perro! —me río sarcásticamente.

—Es simple Miguel; o el perro se queda conmigo en tu casa o mañana mismo me regreso a mi país con él —abre la boca con asombro.

—No me harías eso —pongo mis manos en mi cintura demostrando valentía.

—Ponme a prueba —me ve sin dar crédito.

Después de tres horas regresan con nuestro perro, afortunadamente no tenía fractura en su patita, ya nos lo entregan bañado, vacunado y con todas las medicinas que debo darle. Yo aprovecho y le compro de todo; comida, una camita, shampoo, collares y juguetes. Miguel no dice nada y subimos al auto.

—¿Cómo le pondremos? —lo acaricio emocionada y el se acurruca en mis piernas. Es tan bonito, el doctor dijo que tenía 3 meses y al parecer es un perro mestizo.

—Debería llamarse "terco" como tú —expresa serio mientras maneja.

—¡Ja, Ja! Pues entonces pongámosle "gruñón" como tú —quiere reír, pero vuelve a ponerse serio.

—¿Qué te parece "Eros"? —pregunta sorprendiéndome.

—¿Cómo el dios griego del amor?

—Ujum.

—¡Me encanta! ¡Hola Eros! —al fin Miguel me regala una sonrisa.

Llegamos a la casa, ya es de noche. Le pongo comida y agua, pero come muy poco, acomodo la camita en nuestro cuarto.

—¿Dormirá aquí? —pregunta Miguel muy tranquilo, parece que ya es inmune a mis locuras.

—Es un bebé y ésta herido, apenas nos está conociendo. Prometo que sólo serán unos días —suspira vencido.

No ha pasado ni una hora cuando Eros comienza a llorar, me levanto antes de que despierte a Miguel y lo tomo en mis brazos, se duerme y lo vuelvo acostar. Dos horas después vuelve a llorar, intento levantarme luchando con el sueño, cuando logro levantar la cabeza me quedo sin respiración, me froto los ojos para ver si es una visión; Miguel lo está acurrucando en sus brazos, lo acaricia y Eros se calma. Me hago la dormida y regresa a la cama con Eros acostándolo en medio de los dos.

Es domingo y pensé que lo pasaríamos juntos, sin embargo, a Miguel lo llamaron para operar una emergencia médica. Es un tumor cerebral que nadie se atreve a operar y Miguel es el único médico que puede darle una esperanza de vida a esa persona, es su única opción, llegó al hospital en estado de coma, Miguel partió a eso de las diez de la mañana. El resto del día me la paso cuidando a Eros y leyendo toda la información teórica que me mandaron del diplomado. Por la noche, Miguel llega agotado, se ducha y cae rendido en la cama. Yo lo beso y me duermo a su lado también, Eros esta dormidito a los pies de la cama.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora