Capítulo 30.

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Tres días atrás...

—Pasa Melet, llegas antes.

El doctor Melet se sentía sumamente confundido, no sabía como reaccionar ante Max. Era la primera vez que trabaja con un hombre tan extraño. Nervioso entro al despacho de Max, le sudaban las manos y su corazón no disminuía el ritmo.

—Tal como lo pidió.

—Sabes Melet, me agradas —Max no levantaba la mirada, sentado en la silla de su majestuoso escritorio leía un documento con mucha atención —. Toma asiento, no te pongas nervioso.

El doctor Melet era un cirujano prodigio, nacido de una familia adinerada. Había sido director de los mejores hospitales del país. Fue así como se vinculó con Max, por medio de ELAD con la becas para los estudiantes y luego con plazas médicas, para ubicar a sus doctores en los mejores puestos. Por supuesto desconocía la verdadera razón de la existencia de ELAD, pero tenía sus dudas. Max mucha veces le pidió que hiciera cosas fuera del protocolo, pero jamás lo cuestiono. Sin importa si era correcto o no. Lo que puso en tela de juicio su ética y moral. La verdadera razón de Melet no era el dinero, sino el poder, el poder de mandar y de ser respetado por la elite del país.

—En ocho años de trabajar juntos, es la primera vez que me citas en tu casa —procedió a sentarse.

—Realmente no te había dedicado la atención que mereces —levanto su mirada, era fría. Tanto que podía congelar el lugar.

—Escucha Max, yo siento mucho lo que sucedió con el hijo del gobernador. Tomamos todas las precauciones y...

—Tranquilo, no tienes la culpa. Solamente te haré una pregunta Melet. ¿Sabes desde cuando el doctor Miguel es tan amigo del gobernador? —asustado el doctor Melet no sabia que responder.

—No lo sé, la única razón por la que ellos se comenzaron a relacionar fue porque era el cirujano de su hijo. Pero antes de eso no se conocían —Max asintió complacido con la respuesta.

—¿Por qué el gobernador quería sacar a su hijo del hospital? —Melet comenzó a sudar frío y a observar el suelo.

—Me dijo que tenía miedo de que regresaran a terminar lo que habían comenzado.

—Regresaran... ¿quiénes?

—Yo, yo... yo no lo sé, señor —Max achico los ojos y se puso de pie. Agarro su celular y marco un número, se escucho que alcanzo a sonar dos veces y corto. De inmediato la puerta se abrió. Dos hombres de buena contextura entraron.

—Tengo que encargarme de un asunto, ellos te llevaran de regreso.

Al doctor Melet no le dio tiempo de accionar, los dos hombres lo tomaron de los brazos y lo sacaron del despacho. Desde que entró a la casa sentía un mal presentimiento y ahora estaba en manos de Max.

Dos semanas después...

—¡No comprendo por qué me restringes todo! Déjame salir, no es lógico lo que haces Albert —Renata intentaba salir de la suite.

—Escúchame, has pasado por tantas cosas. Perdiste a nuestro bebé... yo solo quiero cuidarte —la trataba con todo el amor y cariño del mundo.

—No recuerdo nada, es más si no fuera porque me manchaba de leche no me habría dado cuenta —Albert la miraba con adoración —. Ya me siento bien, solo quiero aire fresco. ¡Por favor! Puedes acompañarme si quieres.

—Está bien, pero te acompañará Luis. Yo no puedo en este momento—claudico, no podía negarle nada.

Renata estaba feliz, al fin podía salir. No entendía porque Albert no le inspiraba confianza, si era su esposo. Como era posible que no recordara nada de su vida. Estos días habían sido una tortura, los constantes dolores de cabeza la tenían agotada. Además de que no dejaba de soñar con una preciosa bebé de ojitos esmeralda. Pensaba que tal vez era su subconsciente que la traicionaba por haber perdido un hijo.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora