Capítulo 19.

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Miguel monitoreaba los latidos de Renata; cada media hora subían de la nada y en esta última hora subían cada quince minutos, no tuvo dudas de que eran contracciones y que su hija nacería en cualquier momento. Llamó a los doctores y enfermeras para que prepararan el quirófano, él mismo recibiría a su hija no le importaba lo que opinaran los demás, si era ético o no. Necesitaba a su hija, su único motivo para seguir viviendo.

—Hermano, déjame apoyarte —pedía Armando —. Soy un tío impaciente —sonrió con ternura.

—Claro que sí, hermano —lo abrazó —. Te veo en el quirófano cuatro —dijo yendo a la sala de espera, donde estaba la familia de Renata.

—Nacerá hoy —informaba con sentimientos encontrados.

Todos lloraron de alegría, por supuesto que habrían querido que fuera en otras condiciones, con Renata sana hablando locuras e insultando a Miguel por el dolor de parto. Pero las jugarretas de la vida habían destinado que fuera diferente. Edith lloraba a mares, extrañaba tanto a su mejor amiga sentía un vacío en su corazón que nadie podía llenar.

—¡Mi rojita dos, nacerá hoy! —expresaba el papá de Renata llorando de alegría y esperanza.

Miguel regresó al quirófano emocionado. Se enjabonaba desinfectándose y miraba por el vidrio cómo preparaban a Renata.

—Pronto será padre de una hermosa bebé —hablaba la doctora a la que había llamado enfermera —. Estoy aquí para ayudar, no se preocupe —indicó enjabonándose también, Miguel asintió.

Las contracciones ya eran cada cinco minutos, Miguel organizaba todo minuciosamente y Armando lo apoyaba. Miguel le dio el bisturí a Armando y él supo que su mejor amigo, su hermano, le había encomendado lo más importante en su vida. Alzó sus manos, se acercó al vientre de Renata y justo cuando iba a cortar, Renata comenzó a moverse. Todos se asustaron y se alarmaron, pensaban que eran espasmos, pero en realidad parecía ahogarse con el tubo de respiración, Armando reaccionó rápido y le quitó el tubo, Miguel estaba en completo shock.

—¡¡¡AHHHHHHHHHH!!! —gritó sentándose en la camilla, se sostenía el vientre presa del dolor —¡¡Por Dios!! ¿¡Qué es este dolor!? —todos estaban sin reaccionar, menos Armando.

—Renata, ¿me escuchas? —ella respiraba agitada.

—¡Claro que te escucho! ¿¡Dónde estoy!? ¿¡Quiénes son ustedes!? —preguntaba desorientada, Miguel aún seguía petrificado.

—Estás en el hospital, ya casi nace tu bebita y por eso te duele —le explicaba Armando emocionado —. Soy yo, Armando, tu cuñado —Renata lo miró como si estuviera loco, miraba a todos con cara de pánico no sabía que sucedía. Intentaba bajarse de la camilla, pero Armando la detuvo, al fin los demás accionaron y lo apoyaron, Miguel con lágrimas en los ojos se acercó a ella.

—Renata —ella lo miró y todo se detuvo por unos segundos, Miguel se acercó poco a poco —, amor —corrió a abrazarla, pero ella no entendía por qué la abrazaba, iba a protestar y otra contracción llego.

—¡AAAHHHHH! ¿¡Qué es este dolor¡? ¡Diosssss míoooo! —mordió el hombro de Miguel sin poder evitarlo.

La ginecóloga procedió a revisarla, la bebé estaba en posición. Renata no podía creer lo que estaba pasando.

—Debe de pujar, la bebé esta lista para salir —indicó.

¿La bebé? ¿De qué hablaban? No entendía nada, trataba de reconocer el lugar donde estaba, pero ninguna cosa se le hacía conocida. Miró su abultado estómago y el miedo la invadió, embarazada. ¿Cómo era posible que estuviera embarazada? Comenzó a llorar como una loca.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora