Capítulo 29

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A mis 32 años, aun no logro comprender ciertas acciones de las personas. Siento que no perteneciera a este lugar y a ningún otro. Acaso no soy de este planeta. Si mi padre escuchara mis pensamientos, seguramente me mandaría a un psiquiátrico de inmediato.

Estoy totalmente agotado, de la vida y de las personas. Desde que ella murió, mi alma también lo hizo. No fue si no, hasta el día en que conocí a Renata que mi vida cobró sentido nuevamente.

Flashback

"Observo sus muy coordinados movimientos, baila muy bien. Es una pelirroja preciosa, no puedo parar de verla. Es que es demasiado parecida a Raisa, pareciera su hermana gemela. Cuando la vi entrar a esta discoteca el corazón se me detuvo de golpe y el tiempo dejo de seguir, me froté los ojos varias veces para ver si era uno de esos tantos sueños que me persiguen desde que ella murió. No la pierdo de vista, se queda en uno de los VIP. Tiene que venir con alguien importante para estar en esa zona, trato de ver a sus acompañantes y mi enojo aumenta cuando veo al imbécil de Miguel y a Armando, los favoritos de papá.

Miguel baila con ella y la besa. Me tomo mi whisky de golpe, como un hombre común que bebe por beber. ¡Maldita sea mi suerte! Ella regresa a mí, pero enamorada de otro.

—Iré a saludar a Armando y a Miguel, ¿me acompañas? —veo a mi padre con enojo.

—Por supuesto que no, no me interesa saludar a ese par de idiotas —Papá sonríe con ese gesto de superioridad que me incomoda tanto.

—Albert, hijo. ¿Cuándo entenderás que el sentimentalismo es para los débiles? ¡Rabia, enojo, amor y odio! Dejas que te gobiernen y pierdes todo —me da la espalda y se va hasta donde ellos.

A veces he llagado a pensar que mi padre es un robot, jamás lo he visto desequilibrado. Y vaya que ha tenido situaciones que lo ameritaban. Quisiera ver el mundo como lo ven sus ojos, pero no puedo, la emoción me invade y suelo perder mi autocontrol.

Fin del Flashback

A partir de ese momento, Renata se volvió una obsesión para mí. Mi padre lo sabe, por lo cual ha intentado tenerme ocupado para mantenerme al margen. Sabe que soy un cazador y no específicamente en el tema de mujeres, sino en todo lo que hago. Él no quería a Raisa, pero la toleraba por mí.

Raisa solía ser una mujer demasiado directa y arriesgada, le encantaba las emociones fuertes. Esa adrenalina que solo te produce vivir al límite. Así fue como nos conocimos, saltando de un puente de más de 70 metros de altura. Sus ojos brillaban a la antesala del salto, yo no podría dejar de ver su hermosa cabellera roja y en un giro leve del tiempo, antes de caer al vacío sus ojos se clavaron en los míos por unos segundos hasta que la gravedad hizo que cambiara de posición y la perdiera de vista. A partir de ahí no nos separamos hasta que la muerte lo hizo.

—Luis, sigue las ordenes de mi padre y llévala al aeropuerto. Él piloto esta esperando — le indico por llamada antes de entrar a este mugroso hospital.

—Pero, señor... ella me acaba de decir que la lleve al hospital —susurra nervioso.

—¿El doctor está en el auto como ordene?

—Sí, él esta listo.

—Entonces, no te preocupes. El le suministrará un calmante —cuelgo y observo toda esta escena asquerosa. Odio la sangre y todo lo que indique suciedad.

—¿Albert? —me giró para encontrarme con la cara del imbécil de Miguel.

—Hola Miguel, ¿cómo estás?

—¿Qué haces aquí? —me pregunta con extrañeza.

—Yo le proporciono la seguridad a este hospital por medio de una de mis empresas —miento.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora