Capítulo 34

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Armando había llevado a Miguel afuera del hospital para que tomara aire y se tranquilizara un poco.

—Señor Miguel.

Miguel y Armando giraron. Luis se acercaba a ellos apresuradamente. Estaba vestido de diferente manera. Lucía un traje negro formal, convencional.

—¿POR QUÉ NO ME LLAMASTE ANTES MALDITA SEA? —Miguel se le fue encima y lo tomó del traje con rabia —¡Ese maldito se aprovechó de ella! —Luis lo miraba con sorpresa.

—Mi misión era recabar información, no pude avisarle antes. De haberlo hecho jamás hubiera podido obtener la información que necesitábamos para el caso.

—Miguel, suéltalo —le pidió Armando y él segundos después lo soltó.

—¿Cómo lograste infiltrarte con ellos? —preguntó Miguel tratando de tranquilizarse. Luis se arregló su camisa y su saco.

—Antes de trabajar para usted como guardaespaldas, ya pertenecía a ELAD, ingresé como agente. Logré obtener la confianza de MAX y fui su guardaespaldas, al poco tiempo pasé a ser guardaespaldas de Albert su hijo. Luego Albert se obsesionó con la señora Renata desde que la conoció y me ordenó infiltrarme como guardaespaldas suyo. Quería que lo mantuviera informado de todo acerca de ella.

—¿Por qué ELAD? ¿Quién eres? —preguntaba Armando. 

—Agente Franklin Murray, trabajo para la CIA —aclaró tranquilo.

—¿Para la CIA? —Armando estaba sorprendido.

—La muerte del padre de Miguel nos trajo hasta aquí. Él vendía petróleo a los Estados Unidos. Teníamos exclusividad —señaló.

—Lo sé. Conseguí esa información con una investigadora privada —dijo Miguel y Franklin se impresionó.

—Entonces, ¿ya sabes que ellos son los responsables de su muerte?

—Sí y quiero que paguen por eso.

—Un momento... ¿cómo que los responsables? —Armando no comprendía aun la magnitud de todo.

—Mi padre se negó a hacer negocios con ELAD y pagó con su vida y la de toda mi familia —su amigo no podía creerlo, habían trabajado para el hombre que mando a matar a la familia de Miguel —. Toda esa información también la descubrió el hijo del gobernador y muchas cosas más —aseguraba Miguel —. Te mostraré los informes y entenderás todo.

—Increíble... Max... ¿cómo pudo? ¡Debimos aniquilarlo! —rugió molesto.

—Lo mejor es que no lo hayan hecho, esto ya esta en manos del departamento de Estado de los Estados Unidos.

—¿Tienen todas las pruebas? —Miguel quería asegurarse de que Max pagara. ¡Claro que quería matarlo con sus propias manos! Pero ahora tenía una familia por quien luchar. Aunque el tema con Albert era algo que no estaba cerrado todavía.

—Tenemos las pruebas suficientes para que no salga de la cárcel nunca más— relataba —. Además, está el tema del hijo del gobernador. Si llegase a despertar, tendrá que aclararnos muchas cosas y entregarnos la información que tenga.

—Él no despertará, al menos no en este momento —afirmaba Miguel.

—¿Qué quiere decir?

—Que necesita dos operaciones más para tener una pequeña posibilidad —el sonido de una ambulancia los distrajo por un momento.

—¿Por qué su padre no se las ha hecho?

—Porque el único que puede realizarlas soy yo... Franklin, ¿lograron capturarlos? —el agente metió sus manos en los bolsillos y suspiró.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora