Capítulo 35

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—De verdad estas preguntándome eso Miguel, ¿por qué? —sentía enojo, mucho enojo. No sabía muy bien si era porque dudara de ella o por su descaro de peguntarle eso cuando él estuvo con alguien más.

—Amor, no sé cómo decirte esto... —intentaba decírselo de la mejor manera.

—Miguel, dilo. ¿Qué pasa? —preguntó molesta.

—Estas embarazada —Renata agrando sus ojos asombrada.

—¿Embarazada? Pero... —mágicamente todo lo que había pasado no importaba, sentía que su vida se llenaba de color nuevamente.

Otro hijo de Miguel, estaban construyendo una familia. Observó su rostro detenidamente, lo veía muy preocupado y hasta angustiado. Entonces, comprendió todo. Él pensaba que el bebé podía ser de Albert y de manera muy egoísta intento disimular lo que de verdad sentía.

—Sí, embarazada. Por eso te desmayaste, necesitan hacerte unas preguntas y una ecografía —mencionaba esperando a que le respondiera la pregunta de hace un momento.

—¿Y piensas que este bebé podría ser de Albert? —le preguntaba torturándolo. Quería que sintiera lo que ella sintió al ver esas fotos.

—¿Y no es así? —la miraba profundamente, con anhelo.

—¿Y si lo fuera? ¿Me dejarías? —Miguel sintió una punzada dolorosa en su corazón. Entonces, si había estado con él.

—No Renata, no me importaría. Lo querría como hijo mío, siempre y cuando tu quisieras estar conmigo... ¿quieres? —indagó con mucho miedo y al mismo tiempo con sentimientos encontrados, pues luchaba contra todos sus instintos dejando a un lado sus celos. Porque de algo estaba seguro; la amaba por sobre todas las cosas.

—No lo sé... —le quitó la mirada, le costaba mentirle.

—¿No lo sabes? ¿Te enamoraste de él? —ciertamente no quería oír su respuesta, pero necesitaba saber si se había enamorado de Albert.

—Bueno yo...

El ginecólogo los interrumpió indicado que debían llevarla a revisión. Miguel asintió a punto de llorar. Todo su mundo, todo por lo que había luchado estaba cayendo nuevamente a sus pies. La mujer que amaba al parecer se había enamorado de otro. Y todo termino de confirmárselo cuando ella pidió ir sola, no quería que la acompañara.

Abatido veía como se la llevaban, simplemente no quería creerlo. La tenía de regreso en cuerpo más no de corazón. ¿De verdad ella ya no lo amaba? Otra vez la vida se ensañaba contra él. Todo esto no era más que una jugada cruel del destino y estaba seguro de que jamás podría levantarse de una caída así. Cabizbajo salió a la sala de espera donde estaba Armando.

—¿Qué sucede? Miguel, ¿estas bien? —Armando se puso de píe.

—La perdí, Armando. Perdí a Renata —decía mientras se sentaba en la silla con semblante perdido. La melancolía de su voz espantó a Armando.

—¿Por qué dices eso? —se sentó a su lado.

—Creo que se enamoró de Albert, llegue demasiado tarde —Armando lo miró como si dijera una locura.

—Eso no es posible, Miguel. ¿Ella no recuerda todo? —en ese minuto enfermeros pasaban y daban noticias a familiares. Algunas tristes y otras alegres.

—Dice que sí, pero no le pregunte que es todo. Puede ser que solo recuerde después del accidente... no lo sé, no lo sé ... —cubrió su rostro con sus manos.

Mientras tanto a Renata terminaban de hacerle la ecografía, tenía siete semanas de embarazo y su bebé estaba creciendo perfectamente sano. Comenzó a llorar de la emoción y al mismo tiempo de la tristeza. Por su tonto orgullo no tenía a Miguel a su lado. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Cómo pudo hacerle creer semejante cosa?

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora