Capítulo 27

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De camino a casa Renata no dejaba de pensar en Miguel, en sus caricias y el amor que le profesaba. La energía que emanaba era poderosa, tanto que la revitalizaba. Él realmente era un hombre excepcional, trabajador y extremadamente atractivo.

Observo por la ventana, los arboles y el camino no eran conocidos. Trataba de ubicarse observando a todos lados.

—Disculpe... Luis. ¿Dónde vamos? Este no es el camino a casa —espero unos segundos y no le respondió —Luis, le estoy hablando —dijo más fuerte, pero tampoco hubo respuesta.

Preocupada se acercó al asiento de enfrente, cuando intento ver el rostro de quienes conducían se sorprendió al verles una mascara puesta. Tanto al chofer, como al copiloto.

—¿¡Quiénes son ustedes!?

—Tranquila, ya casi llegamos —respondió uno de ellos apaciblemente.

Una enorme reja se abrió e ingresaron, al lado derecho había un campo de golf y al izquierdo un bello jardín con lo que parecía a lo lejos un cancha de tenis. Renata intento abrir la puerta y no pudo, busco en su bolso su celular y cuando se disponía a marcar uno de los hombres se lo arrebato.

—Llegamos, baje del auto —le ordenó el chofer, bajando del auto y abriéndole la puerta.

—No voy a bajar del auto, ustedes me secuestraron y me han traído sin mi consentimiento —expresó tomándose fuertemente del cinturón.

—Señora, por favor. No vamos a lastimarla, en unos momentos le explicaremos todo. Baje del auto —volvió a ordenarle el chofer.

—¡No! —el hombre suspiró e ingresó la mitad de su cuerpo al auto tratando de coger a Renata para bajarla, pero ella comenzó a forcejear con él —¡SUÉLTAME! ¡No me toques! —gritaba a todo pulmón.

—¡Basta! —se escuchó una voz ronca y firme. Renata temblaba presa del miedo —¿Cómo se atreven a tratar a mi invitada de esta manera? —él hombre salió del auto e inclinó su cabeza ante él.

—Disculpe señor, pero no quiere bajar del auto.

—Que poco caballeros. ¿Ya se presentaron? —ellos negaron con la cabeza —Renata, soy Max y ellos trabajan para mí. Se que no me recuerdas por el accidente que tuviste, pero tu y yo ya nos conocíamos. Miguel trabajó para mí —Renata asomó su cabeza para ver al hombre que decía conocerla, era alguien maduro, atlético y guapo, vestía elegante. No lo recordaba para nada.

—¿Miguel trabajó para usted? —Max asintió —¿Y por qué me han traído de esta manera? ¿Déjenme hablar con Miguel ahora mismo?

—Tengo una razón, la cual me gustaría explicártela, pero dentro de mi casa. Te aseguro que estas a salvo —le extendió su mano caballerosamente.

Renata lo pensó por unos segundos, pero la verdad era que no tenía opción. O hacía lo que el hombre decía o sepa Dios lo que haría con ella. Respiro profundo, salió del coche rechazando su mano.

Caminaron hacía la lujosa entrada e ingresaron a la casa de campo. Era demasiado hermosa, la madera y el mármol simplemente la hacían lucir majestuosa.

—Anda toma asiento. —le indicó con la mano en una silla cerca de la chimenea —¿Quieres algo de tomar?

—No gracias, preferiría que me dijera de una vez que es lo que hago aquí — indicó de pie, él sonrió relajado.

—Lo que tengo que decirte, cambiará la imagen que tienes de tu pareja por completo. Será mejor que tomes asiento —aseveró.

Los nervios comenzaron a apoderarse de ella nuevamente. ¿Cambiar la imagen de Miguel? Su corazón latía a mil por hora. Despacio tomo asiento, una muchacha del servicio coloco agua y té, en una mesita enfrente de ella.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora