Capítulo 31

158 13 5
                                    

Miguel estaba desesperado por verla. Recién entraban a la suite del hotel con Armando. Se quedaron en otro hotel cerca, para evitar alertar a Albert. Había quedado de verse con Luis dentro de dos horas. Estaba muy enojado, pero sobre todo contrariado. Nunca cruzo por su mente que Luis lo traicionaría. Lo había investigado y su perfil no tenía nada raro; huérfano y con formación militar, nunca se casó, ni tuvo hijos. Cuando Renata desapareció intento contactarlo por todos los medios y fue como si la tierra se lo hubiera tragado.

El sentimiento de frustración e impotencia rebasaron su límite. Estaba cansando, mental y físicamente. Era como si constantemente estuviera luchando por tener una familia y entre más luchaba, el universo se encargaba de frenarlo. No era justo para Renata, su hija y él. Sin embargo, de algo estaba seguro; lucharía por su familia hasta el final.

—¿Estas listo? —preguntaba Armando un tanto nervioso, con miedo de que la reacción de Miguel sea impulsiva.

—No haré ninguna estupidez, si es lo que te preocupa.

—Miguel, lo lamento. Yo solo quiero que todo salga bien —Miguel suspira, también necesita que todo salga bien.

La última hora la dedican a analizar por novena vez cada movimiento que harán y todos los posibles resultados. Miguel está un poco tranquilo, ha diseñado la mejor estrategia y con Armando a su lado, tiene la plena seguridad de que todo saldrá perfecto.

El recuerdo de cuando conoció a Renata lo invade una y otra vez. Parecía una diosa griega, con un vestido negro tallado a su silueta y el cabello rojo libre al viento. Miguel se perdió en un intento por contar sus hermosas pecas poco visibles y su mirada casi gris. Desde que le dio el saludo, supo que era la indicada, su alma la reconoció, aunque su mente lucho en contra.

Una hora después se encuentran con Luis en uno de los parques cerca del hotel. Armando está posicionado como franco tirador desde otro edificio. Barrieron muy bien el área antes.

—Señor Miguel —lo ve directo a los ojos, sin vergüenza alguna.

—Luis —responde frio.

—El día de hoy el señor Albert llevará a la señora Renata a una cena en el restaurante que esta enfrente del hotel. El día de mañana a primera hora tiene una reunión importante con su padre en uno de los salones del corporativo. Es necesario que permanezca sin hacer nada, hasta que finalice la reunión —Miguel lo observo asombrado, hablaba diferente, con otro acento, hasta parecía otra persona.

—¿Qué significa esto Luis? ¿O cómo debo llamarte?

—Estoy seguro de que usted ya saco todas sus conclusiones y una de ellas es la correcta. Mañana sabrá todo. Al menos que no haga lo que acabo de decirle.

—¿Me estas amenazando?

—Claro que no. Un movimiento en falso y será todo para usted señor Miguel. Esta a un paso de recobrar su vida y de obtener todas las repuestas que ha buscado —se dio la vuelta y antes de que Miguel pudiera decirle algo, ya se había desaparecido de su vista.

—¿Escuchaste todo? —le preguntaba a Armando por medio del diminuto auricular con micrófono.

—Sí, es lo que pensábamos. Regresa al hotel estoy cuidándote las espaldas —finalizo la comunicación.

A la hora de la Cena Albert estaba un poco inquieto. La reunión que tenía con su padre a primera hora, le preocupaba muchísimo. Además de que le habían informado que Miguel había volado hacía Estados Unidos, le preocupaba que tuviera pistas de donde estaban. Debía moverse rápido. Luego de la reunión se irían de Londres. Definitivamente tenía que acabar con él, pues nunca se daría por vencido con Renata.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora