Capítulo 36.

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—No tienes ni que pedírmelo —tomó sus labios desesperado. Cuantas veces soñó con tenerla así nuevamente, con su sabor y olor —. Te necesito —expresó sobre sobre su boca, mientras sus manos le quitaban la bata de baño.

—Y yo a ti... —contestó abstraída en sus caricias —pero estas herido.

—Esto no va a detenerme pequitas —sonrió con sensualidad.

Lamia su cuello como si fuera un helado, su lengua subía despacio desde la clavícula hasta la oreja. Al sentir su sabor toda su piel se erizó y su deseo se elevó a niveles inimaginables. Ella tenía todo lo que buscaba en una mujer.

Para Renata la manera en que Miguel la tomaba, el olor de su piel y el sabor de sus labios no podía siquiera describirlo. Es que sabía tan bien... a dulce, a una clase de néctar especial diseñado solo para ella. Sin poder dejar de besarlo le quitaba su camisa. Trato de controlarse para no lastimarlo. Parecía que ninguno de los dos quisiese respirar, pues no separaban sus bocas, estaban tan necesitados el uno del otro.

—Te amo, te amo mucho —Miguel profesaba en sus labios. Retrocedió despacio hasta llegar a la cama. Renata terminaba de desvestirlo.

Miguel trataba de no utilizar su brazo lastimado y eso hizo que fuera más lento de lo que deseaba, pero le permitió disfrutar más del cuerpo desnudo de Renata. La tocaba con ternura y pasión. Besaba sus pechos envolviéndolos con su lengua caliente mientras ella gemía. Deslizó la mano derecha en su entrepierna, estaba muy mojada y eso lo enloqueció más. Separó sus piernas colocándose en medio, su miembro estaba goteando, necesitaba estar en su interior.

Renata estaba perdida en sus ojos esmeralda, lo sintió colocarse en su entrada, lo miró expectante removiéndose un poco para que ingresara, pero él se alejó juguetón.

—Miguel... —reclamó y él sonrió —No me hag... —se introdujo lentamente en ella. Renata cerró sus ojos experimentando mucho placer.

—Mírame —pedía moviéndose cada vez más rápido, mientras juntaba su frente con la de ella —. Te amo.

—Te amo, te amo demasiado... —respondió disfrutando —más fuerte —pidió y él la complacía.

Sus caderas no pararon por varios minutos, logrando que se corriera muchas veces. Ella movía sus caderas por los espasmos y Miguel no soportó más, se corrió tan bien que un pequeño sonido varonil salió de su garganta, hundiendo su cara en el cuello de Renata.

Los dos estaban bañados en sudor, Miguel cambio de posición en un hábil movimiento poniéndola encima de él, aun sin salirse. Con su brazo sano sobaba la espalda de Renata, quien no podía ni moverse de lo relajada que estaba. Permanecía inmóvil con los ojos cerrados y la cabeza sobre el pecho de Miguel.

—Renata, ¿por qué estabas molesta conmigo? —ella alzó su rostro para verlo, mechones de su pelo rojo cayeron enfrente.

—¿Molesta?

—Sí, no quisiste responderme cuando te pregunté si habías estado íntimamente con Albert y me disté a entender otra cosa—Miguel cariñoso apartaba los mechones.

—Sabes que, tienes razón... aclaremos esto ahora —se levantó molesta buscando con que cubrirse, recogió su bata y fue al baño. Tomó otra bata dándosela a Miguel —. Antes de que Albert me secuestrara; Max hizo que me llevarán hasta su casa, me dijo muchas cosas tuyas y de Armando, yo no recordaba nada. Además de eso, me pidió que lo ayudará a darle información que tu probablemente tenías del hijo del gobernador —Miguel se quedó de piedra, Max era calculador y no tenía limites —. También me dio a leer unos documentos donde decía las misiones que Armando y tu habían hecho... y ... vi unas fotos tuyas donde estabas desnudo con la doctora esa de México.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora