Capítulo 32.

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Albert madrugó esa mañana. Tomó solamente un jugo verde y se fue a la reunión con su padre. Había dado ordenes precisas de llevar a Renata al aeropuerto a la una de la tarde, se fue sin despedirse pues ella seguía durmiendo. En esa reunión se definiría todo el futuro de ELAD.

Al llegar al Corporativo en Londres, saludaba a todos los socios de la empresa. Se media el poder y dinero dentro de esa sala; varios meseros se movían dejando cafés y tentempiés. Cuando Max ingresó todos guardaron silencio. Una mesa elegante ovalada estaba en el lado izquierdo del salón.

—¡Bienvenidos! Por favor, pasemos a la mesa —indicó sonriente como si se tratará de una reunión sin importancia.

Todos los meseros y guardias personales salieron en seguida de la sala. Los demás tomaron asiento e inmediatamente una pantalla enorme apareció con muchos datos con diferentes temas en ella.

—Como es del conocimiento de la mayoría, estamos pasando por una situación delicada en cuanto a la privacidad en el sistema de la organización. Las ocho personas reunidas hoy aquí, entendemos lo delicado que es esto y es precisamente por tal razón no les envié a sus correos estos datos que les estoy mostrando.

Todos miraban con atención. Max explicaba dato por dato y cifra por cifra. Lo más impactante es que los datos ahí no solo eran de dinero y movimientos. Eran también de personas ejecutadas.

—Hasta el momento no hay ninguna prueba que nos incrimine y las dos clínicas han sido destruidas, sin que quede rastro alguno.

Continúo explicando hasta llegar al tema final... el hijo del gobernador. No habían podido encontrar la información que él muchacho sustrajo de la base de datos de ELAD. Todos reaccionaron con extrema preocupación.

—¿El chico sigue en coma? —preguntó uno de los presentes.

—Así es.

—¿Y qué posibilidades hay de que despierte?

—Ninguna, leí cada reporte médico suyo y prácticamente esta con muerte cerebral.

—¿Prácticamente? —pregunto alguien más.

—Sí, solo le responde un 10% de su cerebro. Es por eso por lo que no ha sido declarado con muerte cerebral y su padre se niega a desconectarlo.

—Max, ¿con ese 10% el podría despertar? —preguntó el tercero.

—Solo un milagro podría despertarlo.

—Bien, entonces estamos a salvo —aseveró con confianza el cuarto.

—No. Debemos eliminarlo, no podemos estar con ese 10% pendiente. ¿No comprenden la magnitud de todo? —Albert los miraba con autoridad.

Todos comenzaron a hablar entre sí, siendo imposible entender lo que decían. Max los observaba en silencio hasta que después de unos segundos se puso de pie.

—Entiendo —pronunció con voz fuerte —, que hemos fallado dos veces en intentar eliminarlo y una tercera vez seria una completa locura. Dado que están en alerta.

—Entonces, ¿todo se quedará así? —dijo otro.

—Por el momento sí, tengo a alguien pendiente de comunicarme si él llegara a despertar.

—¡No lo puedo creer! Como es que tenemos a los mejores agentes preparados... es ridículo —reclamo uno de lo que no había hablado.

—Pues al parecer no los tenemos, porque una simple misión no la pudieron cumplir y eso Tristán es tu culpa —señaló Max

—¿Mi culpa? Tu dejaste ir a mi mejor hombre, si él estuviera no tendríamos este problema.

Max por primera vez se quedo callado, todos en la sala se asombraron. Nadie se había a atrevido a hablarle así y mucho menos que lo dejara en esa posición silenciosa e incómoda.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora