Capítulo 26

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El rostro de Miguel se llenaba de rabia, toda su vida pensó que era el responsable de la muerte de su familia. Pero esto no se iba a quedar así, haría justica por ellos.

—Gracias Thera.

—Miguel, ten mucho cuidado. No podrás vencerlos solo.

—No te preocupes, sé muy bien lo que haré —sentenció, su celular comenzó a sonar, era su seguridad privada —. Diga —se puso de pie al escuchar lo que decía su guardaespaldas —, ¿dónde fue eso y hace cuánto? —trataba de mantener la calma —. ¡UNA HORA! ¿¡Y por qué carajos me llaman hasta ahora!? —iba decir algo más cuando la puerta de su oficina se abrió y ahí estaba ella, parada frente a él mirándolo y luego mirando a Thera con extrañeza —No hace falta que sigan buscando, acaba de entrar a mi oficina —colgó.

El ambiente se tornó incomodo y un silencio los envolvió por unos segundos. Miguel la miraba molesto y ella lo taladraba con la mirada, moría de celos.

—Me voy Miguel, cualquier cosa me llamas.

—Espera Thera, te presento a Renata, mi pareja —Thera la vio con asombro. Miguel con pareja, no lo habría imaginado ni un millón de años. Thera se acercó a Renata con una sonrisa.

—Mucho gusto —extendió su mano.

—Igualmente —le correspondió el saludo. Ahora el celular de Thera sonaba, ella miro la pantalla, pero no contestó.

—Debo irme, cuídense —salió de la oficina.

El silencio volvió a reinar, los dos se miraban con desafió. Renata no entendía quién era esa bella mujer y Miguel estaba tan cabreado que quería hacerle el amor salvajemente ahí mismo.

—Me puedes explicar, ¿dónde estuviste hace una hora? —Renata levantó una ceja, nunca le había hablado así de autoritario, pero por alguna extraña razón eso comenzó a excitarla.

—¿Por qué me estás hablando como si fuera de tu propiedad? —caminó despacio hasta quedar enfrente de su escritorio.

—¡No estoy para juegos Renata! —rugió molesto — ¿Dónde estabas? —definitivamente la excitaba verlo molesto, su corazón latía acelerado y estaba muy segura de que comenzaba a mojarse. Con cautela rodeo el escritorio hasta quedar frente a él.

—Puedo explicártelo ahora o —se acercó a sus labios y los lamió, Miguel la levantó y colocó encima de su escritorio, se posicionó en medio de sus piernas y besó sus labios con pasión. No era dulce, ni delicado. Tomaba su cabello fuertemente, Renata jadeaba, estaba siendo rudo y le gustaba.

—¿Estas segura? No quiero lastimarte —le mordió su labio inferior haciéndolo sangrar un poco.

Renata no se quejó, en cambió lo lamió y lo miró con desafió. Los ojos de Miguel se pusieron esmeralda oscuro y volvió a besarla comiéndosela por completo, ella lo recibía sin objeciones. Las cosas del escritorio caían en el suelo, Miguel le tocaba su entrepierna hasta llegar a su clítoris, le fue muy fácil pues llevaba puesto un vestido estilo veraniego. Los dedos de Miguel se empaparon enseguida, metía uno y luego otro, Renata arqueaba la espalda para recibirlos, mientras la besaba, lamía su cuello y pechos. De un tirón le arranco la ropa interior y en cuestión de segundos desabrocho su pantalón liberando su erección, colocó la punta de su húmedo pene en la entrada su vagina, la movía de arriba abajo jugando un poco.

—Abre los ojos y mírame —ordenó.

Renata se perdió en su mirada que emanaba fuego, Miguel sonrió y la penetró tomando su boca nuevamente, sus arremetidas eran mortales. Estaban al límite. Renata quería gritar, pero sabía que no podía hacerlo, no con cientos de personas afuera, mordió el labio de Miguel y se corrió, sus piernas temblaban. Él continuo unas estocadas más y se liberó, los dos vibraban abrazados.

PEDAZOS DE MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora