21. Mil maneras de ayudarte

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Víctor Derricks

Estupefacto, asustado, aterrado, incrédulo, asombrado... No sabía cual era el sentimiento predominante en mí, pero era uno de aquellos, más los que no había nombrado. Mi mente permaneció en un estado de shock momentáneo, analizando cada letra de la oración que jamás había esperado escuchar de ella

—¿Lo has robado?—Apenas logré articular mirándola a los ojos, debía haber una explicación más lógica para todo esto

Esperé ver arrepentimiento, miedo o nervios en sus facciones, pero sólo recibí una mueca enojada

—¡Que no, no lo he robado, me lo encontré en la puta puerta!—Gruñó levantándose del sofá y empezando a dar vueltas por la sala—Víctor, debes creerme, no soy mala persona, en cambio, siento que hice lo correcto, lo estoy cuidando bien, debe haber una razón para que me lo dejaran a mí, yo no hubiera sido capaz de dejarlo en...—Al parecer se mordió la lengua, soltó un suspiro —No, sí fui capaz de tomar la decisión de dejarlo en un orfanato, pero...—Sonrió con dolor—¿Has visto sus ojos directamente alguna vez? Se refleja el cielo en ellos, y sientes que observas el jodido paraíso cuando sonríe. Ese niño es un ángel y me hizo experimentarme en algo que nunca pensé que seria; una buena madre, o una madre promedio, yo que sé —Sollozó, aquello sólo me hizo reaccionar para levantarme y volver a hacer que se sentara

—Vale, tranquila—Murmuré abrazándola por encima de los hombros, Amelie se recostó en mi pecho y se aferró a mí haciéndome perder la respiración. No por sus apretones débiles, sino por ese sentimiento que transmitía a través del abrazo, un claro llamado de auxilio, un: "Te necesito"

—Por favor, no dejes que me lo quiten, y-yo no sé que haría si Oliver desaparece de mi vida, ahora él es parte de ella—Acaricié su cabello para intentar darle algo de consuelo, suspiró titubeante

—Nunca haría que te lo quitaran, no soy un monstruo

—Tú no, pero ellos sí —Susurró temerosa, fruncí el ceño

—¿A qué te refieres?—Hubo un silencio desalentador por su parte, suspiró tomando mi mano y apretándola

—Unos hombres, al parecer son mandados por alguien más poderoso, han venido una vez, esa que cuando llegaste me había desmayado—No me costó mucho recordar tal acontecimiento, puesto que el escalofrío y el pánico que sentía en ese instante no se olvidaba fácil

—Me encargaré de protegerlos—Susurré alborotando mi cabello, no sabía como pero lo iba a hacer, no dejaría que ningún hijo de puta les dañara

Aunque tantas verdades y problemas de repente me sofocaban un poco, intentaría sólo hacerlo por el bien de ambos

(...)

Llegué a casa con un gran lío hecho en la cabeza, subí a la habitación y automáticamente me di un buen baño para calmar los espasmos de mi cuerpo

¿Qué hago?

Me tumbé en la cama soltando un vago suspiro. Nunca creí que ella diría eso, o que ocultaba tal verdad, aún incluso me costaba terminar de creerlo

¿Qué podía hacer yo?

Mientras debatía mentalmente escuché la puerta de la habitación ser abierta, miré de reojo y admiré la cabellera pelirroja de aquella joven asomarse

—La ama de llaves me a dicho que llegaste y... ¿Dónde estas?—Se tumbó en la cama a mi lado sin ninguna ceremonia haciéndome rebotar, aunque no me inmute por su presencia; seguí viendo el techo y moliendome la mente—¡Hey, tierra llamando a idiota!—Se quejó por la falta de atención

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora