1. Bienvenido a casa, pequeño

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—Déjame ver si entendí—Mi mejor amiga me miró pensativa, mientras yo adormilada y con pequeños temblores atacando mis huesos asentí apretando las cobijas contra mi cuerpo. Estornude y llevé nuevamente la taza humeante de café a mis labios para sentir algo de calor dentro de mí. Ella tenía al pequeño bebé recostado en su pecho, le daba suaves palmadas en la espalda para que este durmiera, en cambio sólo imitaba mis acciones, estornudando y removiéndose al igual que yo

¡Toda la jodida noche se la había pasado jugando!, en verdad que tenía bastante energía para ser un bebé tan pequeño, no me dejo dormir, ni él ni la preocupación que sentía en el momento. Aparte de que estaba al pendiente porque tosía y estornudaba a cada rato. A primera hora llamé a mi mejor amiga y compañera de clase en la universidad para que me ayudaba un poco con la pequeña situación

La rubia a mi lado me saco de mis pensamientos al momento que la oí hablar—Anoche escuchaste que tocaron tu puerta— murmuro a lo que yo asentí cerrando los ojos con pereza, tenía sueño, mucho sueño—Te levantaste y fuiste a ver—Continuó mientras yo seguía asintiendo como sonámbula—Y cuando abriste la puerta, no había nadie, bueno si había alguien, hablo de... ¡Había alguien, pero chiquito!—Se explicó y yo sonreí levemente sin abrir mis ojos

—Ajá—Afirmé bostezando—El punto aquí es—Tomé aire con tranquilidad mientras abría los ojos—¿¡Qué voy a hacer yo con un bebé!?—Chillé alterada haciendo que el pequeño diera un salto asustado y empezara a llorar—¡Mierda!—Bufé cargándolo y ella me miró con cara de fastidio, volvió a intentar calmarlo y este poco a poco empezó a calmar su llanto, quedando sólo en sollozos

Suspiré y miré a Oliver de reojo, sus pequeños ojos llorosos me observaban con curiosidad y confusión, en el momento que le di mi atención completa empezó a reír. Bueno, al parecer tengo cara de payasa. Creo que ahora seré yo la que se pondrá a llorar. Pasaron los minutos en silencio y yo solté la taza vacía en la mesa de noche

—¡Pero es que no entiendo!—Me volví a quejar por décima vez en la mañana—¿quién demonios deja a su bebé en plena lluvia en la puerta de la casa de una extraña, así nada más?—Cuestioné frustrada mientras hacia un puchero. Nicole se encogió de hombros y empezó a jugar con el bebé en sus brazos, haciendo caras y moviéndolo de un lado a otro haciéndolo bailar de una manera graciosa—Es demasiado para mí, apenas y me sé alimentar ¡no estoy hecha para ser madre!

Ella desvió la mirada hacia mi pensativa—No me digas que lo dejaras en un orfanato—Mencionó en un tono preocupado, yo solo desvié la mirada sintiendo algo de culpa por mis pensamientos, ¿pero qué podía hacer yo?, era lo mejor para ambos—¡Amelie Aude!—Me reprendió ante mi silencio haciendo una mueca de disgusto y abrazando al pequeño con fuerza, apretándolo contra su pecho de manera protectora

—¡Bueno, quedatelo tú!—Murmuré con fastidio cruzando los brazos sobre mi pecho

—Sabes que no puedo, estoy estudiando—Se excusó dejando al niño en la cama, que instintivamente tomó una de las maracas que la misma rubia regañona me había traído, era de su hermana menor y digamos que ya estaba grande como para que le atrajera aquello. El menor la tomó entre sus pequeñas manos y empezó a agitarla con emoción

—Y yo estoy trabajando, y estudiando—Me excusé de la misma manera que ella, ante su mirada reprochante rodé los ojos suspirando, era una situación extremadamente difícil para mí, mi vida estaba lo suficientemente bien como para agregarle algo más, o alguien más—No quiero sonar egoísta, pero no puedo quedármelo, tampoco quiero hacerlo

—Puedes pagarle a una persona para que lo cuide, así hacía mi madre con nosotras—Me dio aquella opción encogiéndose de hombros, yo negué con la cabeza mientras hacia una mueca. Gastar la mitad de mi sueldo en una niñera, dejarla sola en mi departamento haciendo no se qué con un bebé ajeno... Era arriesgado, confiaba en poca gente en ese lugar al que apenas me adaptaba

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora