Veinticuatro horas, trece minutos, y veinticinco segundos
Veinticuatro horas malditas horas, trece jodidos minutos y veintiséis condenados segundos sin ver a mi Oliver. Estaba delirando. Estoy delirando. No siento las piernas, todo está cada vez más gris, confunso...
—Amelie, cariño..—Ni siquiera la voz de Víctor me hizo salir de mi trance, se acercó con una taza de café—Hey, linda, ven aquí—Se sentó a mi lado en la cama, la cama de Oliver, en la que había llorado durante la noche por la desesperación que me causaba en el pecho el no verlo dormir ahí
Nunca se me había pasado por la mente qué sería de mí sin Oliver. Ahora deseaba no haberlo sabido nunca
—Amelie, debes al menos intentar comer algo...—Rogó el castaño a mi lado, pasó su brazo por encima de mis hombros, me acurruqué en su pecho
—¿Crees que a él le hayan dado de comer?—Cuestioné en un murmuro lleno de tristeza—Cómo piensas que puedo tener el mínimo apetito si no tengo idea de en qué condiciones tienen a mi bebé...
—Dios, escúchame—Tomó mis mejillas y limpió las pocas lágrimas que se me habían escapado—Ya hablé con el capitán de la policía, es un amigo, lo están buscando, sí? Amor, vamos a encontrarlo—Juró antes de besar mi frente, sollocé abrazándolo con fuerza—Confía en mí
—Es que lo extraño demasiado—Susurré entre hipidos—¿Por qué han tenido que llevárselo? Yo creía que estábamos a salvo!—Jadeé frustrada, y poco después rompí el abrazo—¿Quién crees que haya sido?
—No tengo idea, linda... Sus padres biológicos?
—¿Por qué lo abandonaron en primer lugar, entonces? Eso es demasiado loco para cualquier persona, Dios, ni siquiera sabían quién era—Negué levantándome—Debe haber algo que no sepamos. Oliver debe tener algo especial por lo que han estado luchando en recuperar...
—Escucha, es contradictorio armarse tantas ideas, eso no nos llevará a nada, sólo a desesperarnos, linda, debes relajarte... Dormir un poco, también. La policía está trabajando desde la mañana, pronto lo hallarán
Se levantó y detuvo mi andar ansioso por la habitación, lo miré frunciendo el ceño
—Ven, vamos a descansar—Pidió tomando mi mano, me sacó de la habitación de Oliver, hice una mueca
—¿A dónde me llevas? Quiero estar aquí—Protesté intentando detener su andar, pero su negación me dejó perpleja
—Te hará mejor dormir en nuestra habitación y lo sabes—Mencionó suspirando, chasqueé la lengua, odiaba que fuera cierto
—¿No te irás, verdad?—Cuestioné en un susurro apenas me metió a la cama junto a él, me cubrió con la cobija hasta medio cuerpo, y me dejó descansar sobre su pecho—No me dejes sola, Víctor...
—Ni porque quisiera podría alejarme de ti, Amelie—Besó mi frente—No sé que haz hecho conmigo, me tienes en tus manos—Alcé la mirada y lo ví sonreír, esa sonrisa era bastante contagiosa—Eres la mujer que he estado esperando durante toda mi vida, me haces sentir como sí... Como si puedo contra todo, incluso contra mis más oscuros demonios—Su mano empezó a acariciar mi cabello, solté un bostezo, sí que estaba cansada—Te amo, bonita. Ahora duerme
No pude resistir para que volviera a pedírmelo, porque sin darme cuenta, caí rendida entre sus brazos, presa de una hermosa ilusión de amor
(...)
Me levanté agitada de la cama, sentía mi cuerpo hiperventilar, mi corazón latir sin control y mi cabeza dar vueltas
¿Dónde estoy?
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Mí Pequeño Ángel
MizahAmelie Dupont es una joven muchacha con raíces francesas, que buscando un nuevo significado para su vida se va de su país para mudarse a Nueva York. Alegría, diversión y locura, en eso se basaban sus días en aquel lugar, sin duda el paraíso para una...