27. Una vida incierta

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Ya contar los días no era importante para mí en aquellos momentos... Pero por lo poco que recordaba, había pasado más o menos una semana en el paraíso tan tranquilo en el que ahora vivía. Era tal cual una burbuja de tan sólo una rutina con la que empezaba a encariñarme

Convertirme por completo en "madre" era divertido, a veces cansado, desesperante, maravilloso, era totalmente una experiencia única que amaba experimentar sin importar qué

Oliver también estaba disfrutando de sobre manera su estadía en el nuevo lugar, y no lo culpaba; tenía a mamá para el solo todo el día, tenía a papá la mayor parte del tiempo, a Amanda que siempre nos consentia con aperitivos deliciosos, y también a Kristal, que a pesar de todo ahora convivía más con nosotros y había armado una linda relación con Oli, que disfrutaba de hacer travesuras a su lado

No habíamos tenido novedades acerca de los maleantes que nos hicieron huir, habían desaparecido por completo sin dejar un rastro, y eso nos hacía estar más alerta la mayoría del tiempo fuera de casa en vez de relajarnos como tanto añorabamos

Y aunque a veces sonreíamos, sabíamos que alguien estaba tras nosotros

Sabíamos que nuestra estabilidad estaba en peligro

(...)

—¡Mami!—Aquel grito feliz de Oliver me hizo sonreír con cariño, y así como salí del auto me agaché y abrí mis brazos para recibirlo en un abrazo

—Hola bebé hermoso, cómo te fue hoy?—Cuestioné besando su mejilla regordeta y tirando su bolso en los cojines del carro, para luego entrar a los asientos traseros y emprender camino a casa otra vez

—Bien, jugué con los niños y comimos la merienda—Habló recostándose en mi pecho y jugando con uno de los mechones de mi pelo

—Comiste las galletas que te hizo Amanda, estaban ricas?—Cuestioné curiosa acariciando su cabello también, el asintió sonriendo con emoción —Que bueno! Y compartiste con tus amiguitos nuevos?—Volví a preguntar sonriente, a lo que él se quedó callado por unos segundos y después negó con suavidad

—Esas eran para mí —Justificó mirándome de reojo—No para ellos, verdad?

—Bueno...—Pensé ladeando la cabeza —Quizá tienes razón, para la próxima supongo que te especificaré—Reí un poco y lo apreté contra mí haciéndolo reír un poco, segundos después el auto se detuvo en frente de la casa y bajé la mochila de Oliver junto con él en mis brazos

Oliver estaba yendo a un cuidado en el que podía convivir con niños de su edad, jugar, aprender un poco de lo que vería en preescolar, que ya sería bastante pronto, entre otras pequeñas actividades extracurriculares que lo hacían feliz y lo mantenían entretenido la mayor parte del tiempo

—¡Ya llegamos!—Informó él apenas cruzamos la puerta, solté una risa suave y lo dejé en el piso de pie, él automáticamente corrió por las el pasillo buscando por toda la casa con una sonrisa —¡Nana!—Empezó a llamar a Amanda por toda la zona baja de la casa, el jardín, la cocina, el baño

—Cariño, recuerda que le dimos días libres a Amanda ahora que estoy aqui para que descanse un poco —Le recordé en un suspiro mientras caminaba a la cocina para preparar el almuerzo

Escuché que musitó un "Ohh" como recordando lo que claramente le había informado el día anterior, que por lo que veía, no había prestado atención

—¿Y cuando vuelve?—Cuestionó llegando a la cocina y sentándose en un pequeño banco al lado del mesón. Lo suficientemente cerca para verme, pero lejos para evitar accidentes

—Pues... No lo sé, en unos días —Mencioné algo distraída mientras sacaba las cosas de las alacenas. Aún no me acostumbraba a los diferentes tipos de acomodo de las cosas. Oh, de que debía alimentar a alguien más aparte de mí y la papilla de Oliver

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora