6. Una fiera en mis brazos

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Amelie Dupont

¿Qué si estaba siguiendo el consejo de mi mejor amiga?

No

Oh, bueno, no a la mitad

Era un sentimiento extraño, quería hacerlo porque me parecía un juego divertido, pero a la vez no porque sabía que era poco maduro de mi parte intentar eso sólo porque sí. Obviamente él podía ser lindo, pero no significaba que me gustara de todo, a veces me parecía algo pesado e insoportable, pero con eso de que ahora estábamos relativamente unidos por Oliver... Intentaría sobrellevar las cosas de la mejor manera posible. Sin dejar de ser yo, sin dejar mis costumbres cotidianas, y sólo asumiendo que ahora tenía dos cosas nuevas en mi vida, esos dos

—¿Pasarás el día aquí? —Cuestioné curiosa comiendo algo de cereal en la mesa del pequeño comedor mientras el jugaba a hacerle cosquillas a Oliver

—No tengo nada mejor que hacer —De encogió de hombros, sentí que mintió —Y si eso no te molesta y no entorpece tus labores... Supongo que sí, podría ayudarte un poco con él —Señaló dejando al pequeño en el suelo sobre una manta para que se sentara y jugara con los peluches y bloques de juguete de manera entusiasmada

—Eso suena esplendido—Mencioné luego de terminar mi ddesayuno y lavar los ,.utensilios que había usado, luego de eso saqué mi laptop de la habitación y me senté a su lado para empezar a teclear rápidamente en una página de Word—Resolví lo de mi universidad y aceptarán que envíe las clases desde casa, recibiendo un resumen virtual de cada clase para no perderme, pero con eso me las arreglaré, el trabajo...—Rasqué mi nuca—Ya veré que puedo hacer

—¿Una niñera? —Ofreció él dudoso de mi respuesta

—Sería lo más indicado, por su puesto, pero dejar que extraños entren a mi casa no me apetece del todo—Aclaré sin despegar la mirada de la computadora—Quizá podría llevármelo, con el coche y lo necesario, dejarlo en la zona de descanso, ir luego de atender mis mesas—Suspiré—De sólo pensar repetir el mismo proceso cada día, ya me he cansado, pero valdrá la pena—Terminé de plantear con una sonrisa

—Y yo podría llevarlo a la oficina un día más que otro —Se unió él a mi loco plan, sonreí agradecida, al menos se estaba apegando a mis complicadas soluciones, eso me era agradable de su parte

(...)

Al momento que llegó la hora de almorzar decidimos improvisar con una pasta con salsa y albóndigas. Dos principiantes, en una cocina y con un bebé metiendo las narices, claro que había sido catastrófico

—Al menos le gusta—Señalé divertida viendo a un Oliver lleno hasta por las orejas de salsa de tomate y pasta por todo el piso por el que había pasado comiendo desastrosamente con las manos

—Entonces no hemos sido un fracaso—Me apoyó el joven a mi lado, reí suavemente pasando mi dedo por su mejilla para quitarle algo de salsa y meterla a mi boca, me miró curioso

—Bueno, no es que sepa taaan mal, sólo que nos pasamos un poquito con la cocción de la pasta, era aldente, no una masa rara como para bebés —Me quejé cruzando los brazos—Te dije que estuvieras pendiente del tiempo, pero oh no, te quedaste haciendo castillitos con los bloques de Oliver—Culpé rodando los ojos frustrada—¿Creíste que la pasta esperaría a que terminaras tu castillo con lujo de detalle?

—Ay, vamos, no fue tan malo...

—¡La puta olla explotó!

—¡Puta!—Repitió Oliver riendo mientras gateaba a nosotros, jaló el pantalón de Víctor y se sostuvo de él para ponerse de pie a su lado—Pa-pá—Llamó estirándole una de sus manos para que lo cargara, yo seguía en shock

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora