22. Vergüenza

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—Ya habla y camina mejor, es asombroso como pasa el tiempo—Sonreí acariciando su cabello con cariño

Víctor había llegado con su chófer y así dejó que este se marchara con Amanda a la casa, mientras tanto, nosotros tres pudimos tener un rato íntimo en el sofá. Oliver estaba dormido en el pecho de él y yo ocupaba el lugar de su costilla y cuello, mientras su brazo me rodeaba y acariciaba de cuando en cuando

—Es un niño grande... Pronto nos sorprenderá más, cuando empiece a correr, leer—Sonrió con cariño dejando su otra mano sobre su espalda—Nos vamos a asegurar de que todo vaya bien, sí? No te preocupes por eso —Besó mi frente. Me quedé callada, pero después suspiré y solté:

—¿Dónde estabas metido?—Aquella pregunta que había estado dando vueltas en mi cabeza, finalmente salió de mi boca de manera algo brusca. No necesariamente estaba molesta por su desaparición, sólo desesperada por saber que traía entre manos—Es que... Te he extrañado mucho—Agregué para suavizar un poco, él sólo miraba el suelo divagante

—La oficina, sólo eso; ha sido demasiado trabajo de pronto—Explicó en un tono monótono, como esas respuestas automáticas que das cuando andas pensando en otra cosa

—¿Nada más? —Inquirí queriendo profundizar. En verdad me parecía un poco extraño, a pesar de todo sentí que no era suficiente. Se quedó en silencio, como buscando el término adecuado para expresarse, hasta que dijo:

—Y también estuve investigando...—Susurró suspirando, en ese instante apreté los labios sin saber como sentirme. Claro que había querido investigarme; de seguro anduvo buscando un pasado oscuro o algo así

Con tan sólo pensar en eso, sentí algo de pesar en mi pecho, el hecho de que no confiara en mi era algo... Doloroso

—Pues me he llevado una sorpresa —Solté una risa pequeña e irónica, casi imperceptible, ¿pues que esperaba? ¿Expediente largo de homicidios o qué?

—¿Y que encontraste? —Cuestioné con una pequeña sonrisa divertida, tan sólo quería ver como sus sospechas hacia mí se desmoronaban

—Oliver Grant Hoffman. Fecha de nacimiento: veinticinco de septiembre, pronto cumplirá dos—Noté que sonrió con cierto cariño —Nació en un hospital por ahí de Chicago. No se sabe como llegó a Nueva York ni cuando lo hizo. Su supuesta madre se llama Selene Hoffman, veintisiete años, tuvo un parto algo complicado y estuvo bajo reposo durante dos días bajo extremos cuidados. Aunque no tenemos en cuenta quien cubría sus gastos médicos... Se dio a la fuga con su bebé sin mediar palabra. Las cámaras del pasillo mostraron como se coló entre los enfermeros y salió del lugar. Luego no se sabe nada más de ella—Suspiró—Investigar todo esto, de una manera u otra, me ha tenido bastante distraído y distante, lamento si te a afectado a ti o a Oli de alguna forma—Se disculpó, noté la vergüenza en su voz mientras aún seguía mirando el suelo, como teniendo mi reacción o próximas palabras

Y bueno, parece que la sorprendida aquí fui yo

Aún mi cerebro estaba almacenando toda la información nueva que acababa de ser soltada, y yo tenía un sistema muy, muy lento

—Wow—Fue lo único que logré musitar echando un suspiro —Eso fue... Demasiado por procesar—Intenté reír, pero mi sonrisa se convirtió en una mueca—Por su apellido no se pueden localizar a sus padres?

—No tengo acceso a esa información, es más de policías y yo... Siento que ya he metido demasiado las narices en donde no puedo, no es mi zona de trabajo —Murmuró finalmente relajándose y dejándose caer a un lado en el sillón, tirándome con él, terminé sobre su pecho

—¿Y que haremos entonces?—Cuestioné impaciente escuchando el sonido calmado y constante de su corazón

—Por ahora, sólo seguir normalmente —Habló acariciando mi cabello —Mientras tanto, yo seguiré buscando información que pueda salvaguardar tu inocencia en cualquier circunstancia. Y en el mejor de los casos, lo suficiente como para que puedas tenerlo legalmente a tu lado

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora