23. ¿Sólos?

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Después de terminar el almuerzo, decidimos que ahora sería una buena idea pasar el rato en casa de Víctor. Cosa a la que no me negué puesto que el haber renunciado a seguir estudiando mi carrera en la universidad y desaparecer del trabajo, me hizo darme cuenta de que no tenía algo mejor que hacer que estar con esos dos juntos haciendo cualquier cosa


El viaje se me hizo corto por el hecho de ir observando a Oliver, que miraba por la ventana del auto con felicidad y cada tanto señalaba cualquier cosa que le atrajera y lo hacia saber con palabras algo torpes y ansiosas. Estas cosas podían variar, desde un pequeño perro peludo que paseaba por ahí, hasta una atracción para niños que le llamaba la atención


Bajamos él y yo de la mano mientras Víctor se encargaba de abrir la puerta principal, entramos a la casa, y como siempre, Amanda andaba por ahí encargándose de la cocina, o en su defecto realizando cualquier actividad de limpieza


—¡Amy!—Saltó Oliver feliz mientras corría con algo de dificultad para abrazar las piernas de ella, quien conmovida rió acariciando su pelo y dejando el pañuelo que tenía en la otra mano de lado


—Pequeño, no esperaba verte por aquí tan pronto, que felicidad! —Comentó sonriéndole—Preparé unas galletas que han quedado muy ricas, quieres ir por unas para ti y para tu mami?—Cuestionó tomando su mano para llevarlo


—¿Y para mi papi también? Si no se pone triste y llora—Agregó a la vez que hacia un puchero, igual a los que hacia Víctor cuando reprochaba algo, aquella acción me hizo reír entre dientes, Víctor en cambio sólo soltó una risa nasal mientras metía las manos en sus bolsillos en un gesto relajado


—Claro que para tu papi también, ven, sigueme —Poco después, desaparecieron por el umbral de la cocina, y sus voces se volvieron distantes. Aunque alcancé a escuchar como Oliver le contaba de aquel lindo perrito peludo que tanto le había gustado mientras íbamos en el camino


El hombre a mi lado sin previo aviso me tomó de la mano y me llevó sutilmente hasta uno de los amplios sillones negros de la sala. Lo seguí sin poner cualquier resistencia y después me desplome a su lado


—Creo que ya se que regalarle en su cumpleaños...—Habló a modo de broma, aunque tenía un leve tono sugerente 


—Ni se te ocurra—Le aclaré antes de cualquiera de sus ideas locas


—Oh, vamos, lo haría muy feliz—Me animó a la vez que pasaba una de sus manos por mi mejilla, me vi algo débil a su tacto y lo miré algo suplicante porque dejara de hacerlo, ya que sé sólo estaba ablandandome


—Sé que lo haría muy feliz, pero es muy pequeño, no sé si todavía comprenda la responsabilidad de tener una mascota. No son juguetes y tengo algo de miedo de que lo maltrate por accidente mientras juega con el o al revés —Le expliqué con los ojos cerrados para poder pensar bien


—Tienes buenos puntos—Aceptó suspirando—Creí que eras más de gatos—Reí alzando una ceja


—¿Disculpa? Esas bolas de pelos y yo somos como el agua y el aceite, nada que ver. Amo a los perros, por lo tanto, prefiero preparar a Oliver antes de que tenga uno —Sonreí risueña—Aunque sí, sería un lindo regalo, es dulce como te fijas en lo que le gusta—Susurré ladeando la cabeza y acercándome para robarle un pequeño beso en los labios 

Mí Pequeño ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora