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Jimin llegó a su casa con el corazón latiendo fuertemente contra su pecho, ni siquiera al saber que había dejado su puesto sin avisarle a su jefe lo tenía tan preocupado como lo era la salud de su padre en esos momentos.

Cuando abrió la puerta de la casa inmediatamente su madre le pegó un grito desde la sala y él rápidamente fue hasta ella consiguiendo a su padre recostado en el sofá con los ojos cerrados y una bolsa de guisantes congelados en su cabeza.

—Se golpeó cuando cayó y aun no despierta, mi niño.— explicó su madre, acreciendo su preocupación.

Jimin asintió, tratando de pensar qué hacer. Él tampoco sabía manejar, el testarudo de su padre le decía que aun no era su momento de aprender y que lo hacía por su bien, pero en momentos como este era totalmente necesario. Y es que ¡por dios! ¿Qué hombre de más de veinte no podía aprender a conducir? Probablemente nada más él, por la única razón de hacer caso a todo lo que su padre dictara.

Por otra parte tenía dinero en el bolsillo, pero si lo gastaba no tendría para el almuerzo ni el pasaje de mañana, lo cuál era tan lamentable como frustrante. Ni siquiera era capad de tener dinero suficiente por su cuenta para ayudar a sus padres. Suspiró tratando de decidir.

—Bueno, mamá, yo tengo dinero... Será que llamemos a un taxi y bueno ya veremos que hacer después.— dijo al fin, como su última opción.

—Pero ese dinero es para tu comidita, mi niño.— su madre estaba apenada.

—No importa, mañana veré que comer, tenemos que llevar a papá al hospital.

Ella asintió dándole masajes a su esposo y murmurando frases que Jimin no podía escuchar desde su altura, tratando de hacerlo despertar para que su hijo no tuviera que gastar su dinero. Mientras tanto, Jimin fue al teléfono fijo de la sala y marcó el número de un taxista en la agenda de su padre.

Aunque antes de que alguien en la línea contestara, su padre se removió, murmurando cosas ininteligibles.

Su madre suspiró juntando sus manos en alivio.

—N-no...— carraspeo llevando una mano a su cabeza, justo donde el frío lo tranquilizaba— Cu-cuelga Jimin.

Él así lo hizo, mucho antes del pedido de su padre, fue rápidamente a arrodillarse frente al hombre mirándolo sumamente preocupado.

—¿Éstas bien, papá?—. Preguntó con una mueca graciosa en su cara.

Para su sorpresa, su padre gruñó.

—¿Qué haces aquí? Yo estoy bien, ¿por qué has dejado tu puesto de trabajo?—. Regaño incorporándose. El pelinegro boqueo bajando la cabeza.

—Estaba preocupado por ti..

—¡Yo lo llame, Hae Jin!—. Dijo rápidamente su madre, sacándolo de otro regaño más severo— Te desmayaste y te golpeaste la cabeza, de paso no reaccionabas y no me quedo de otra opción que llamarlo. No lo regañes, por dios.

—¡Nada, Misook! ¡Él es un adulto grandesito que tiene sus responsabilidades! ¿Qué si tiene problemas con su jefe? Su cargo es uno que requiere presencia y trabajo, él debería estar allá, correspondiéndole a su jefe. ¡Yo estoy bien!—. Riñó de nuevo, molestisimo con Jimin, con su esposa y consigo mismo por preocuparlos de esa manera.

Patito feo➫Kookmin©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora