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Cómo su jefe había dicho, ese día celebraron con una copa llena de champagne, un agradable ambiente con sus compañeros de trabajo y con el corazón un poco más enamorado.

El señor Jackson había tenido razón con las palabras que dijo; Lisa había ido a la oficina de Jungkook y le reclamó por la idea loca que estaba planeado, pero él simplemente dijo que se haría y se hizo.

Y aunque Jimin no fuera de buen beber, disfrutó el momento con una sonrisa y muchos sonrojos.

En esos momentos se estaba yendo de la empresa, la tarde iba a acabar y su padre seguramente se enfadaría por llegar tarde, así que se despidió y caminó el corto trayecto hasta la parada.

En su mente ilusa se recreaba una y otra vez la escena de su jefe ofreciéndole una copa llena de ese burbujeante aguardiente acompañada de una sonrisa cordial y unos animos a darle el primer sorbo. Había tosido un poco pero el momento fue memorable para el pelinegro, la sonrisa no se le iba de la cara, ni siquiera con la mirada que le dió una astuta pelinegra celosa por su hombre.

Lo que sea que fuera, Jimin estaba delirando con un príncipe y más momentos dulces entre ellos. Pero obviamente la realidad estaba a la vuelta de la esquina y con un carro casi atropellandolo.

Unos pitasos resonaron en su oído, haciéndolo parar abruptamente.

—¡Imbécil, ve por dónde vas!—. Le gritaron desde el auto negro que iba a gran velocidad por la calle.

Retrocedió tres pasos, asustado y sobresaltado. Su boca se abrió y su mano se fue a su pecho, sintiendo su corazón palpitar al ritmo de sus nervios.

Mierda.

Por estar pensando en castillos, dragones, un pelinegro con lentes en apuros y un príncipe valiente con armadura casi lo matan. Mierda, y más mierda. Estaba jodido.

Aunque era algo que se veía venir, es decir, enamorarse de Jungkook, el hombre era irresistible y el pequeño corazón de Jimin no era tan fuerte.

—¡Jimin!—. Le gritó una voz desde el interior de un deportivo negro. Y sus ojitos se abrieron a más no poder cuando se dió cuenta que el mismísimo dueño de sus pensamientos estaba ahí haciéndole señas para que se acercara. Con cierta vergüenza y un andar medio descontrolado se dirigió a pasó inestable hasta la ventanilla.

—¿Señor Jungkook, n-necesita algo?—. Preguntó, tragando la saliva que se atoró en su garganta, los nervios lo atacaba al imaginar que su jefe había visto como casi lo atropellan.

—Te ví ahí parado, supongo que estás esperando el bus.

—Si, así es señor.

El azabache rodó los ojos.

—Te dije que no me dijeras señor, me siento... Viejo.— hizo una mueca.

Jimin abrió sus ojos y empezó a negar con las manos.

—¡Discúlpeme señor! ¡Digo, n-no! Disculpe no le volveré a decir así... ¿Entonces cómo le digo?—. Murmuró frunciendo los labios.

Jungkook soltó una pequeña risa ronca negando levemente con la cabeza.

—Solo dime Jungkook, Jimin.

—De acuerdo, Jungkook...

—Entonces, ¿A dónde te diriges?— preguntó mirando la hora en su costoso reloj plateado.

—Oh, uh, a mi casa.— señaló el lado contrario de la carretera.

—Sube, te llevaré.— le dijo haciéndole señas para que se subiera. El pelinegro abrió su boca, impresionado con la proposición. ¿En serio le estaba sucediendo eso a él? ¿Había escuchado mal? No supo que decir o cómo reaccionar, ¿Y si se había equivocado y aún estaba soñando despierto?— ¿Jimin?

Patito feo➫Kookmin©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora