|10.

2.2K 234 24
                                    

[👓]

Esa noche pudo decir que lloró hasta que el sueño se adueñó de su sistema. Y sobra decir que tuvo pesadillas dónde era Jungkook quien lo trataba de aquella fea manera, cosa que aumentaba su preocupación.

Tenía ese sentimiento de agradecimiento hacía su jefe, por las veces que lo defendía y por sobre todo la manera en la que jamás lo juzgaba, lo recriminaba o lo hizo sentir mal consigo mismo.

Era tan triste que se sintiera bien porque alguien por fin no lo mirara como si fuera un extraterrestre.

Y aquel sentimiento se estaba convirtiendo en más que una atracción. No podía negar que desde el momento en que vió al señor Jungkook le pareció un hombre sumamente atractivo; su ligero cabello azabache, su rostro fuerte y marcado, su altura y su musculatura corporal, esa voz que era tan autoritaria pero a la vez amable, sus brillantes ojos negros. Sí, definitivamente apreciaba a su jefe de varias maneras.

Pero Jimin no era iluso, es decir, ¿Quien en su sano juicio se metería con él habiendo tantas otras lindas personas a su alrededor? Nadie, y ese pensamiento era tan triste como el anterior. El pelinegro sabía de sobra que su jefe no se fijaría en él, quizás lo único que llegara a sentir por él fuera agradecimiento por haber trabajado para secretario en su oficina. De todos modos, se permitía fantasear con la idea de que en un mundo alterno, su jefe se enamorara de él por su sencillez.

Ese día se levantó con el pies izquierdo, como casi siempre estaba sucediendo. Habían pasado aproximadamente tres días desde lo que ocurrió en el evento de la nueva colección y ya tenía en mente que el próximo pedido de Jungkook sería detallar el informe, sin embargo todo había salido mal, empezando por la alarma que nunca sonó.

En cambio su madre tuvo que levantarlo cuando se dió cuenta que Jimin aún no bajaba a desayunar. Sobra decir que llegó una hora retardado y en cuanto puso un pie en la oficina de su jefe se dió cuenta de que nada que tuviera que ver con la prometida de su jefe estaba bien.

—¡Ahí está ese secretario tuyo!—. Farfullo la pelinegra mirándolo parado en la puerta. El pelinegro se tensó de pies a cabeza, no tenía ninguna excusa buena para decir y tampoco es que pudiera mentir— ¡Ah¡ ¡Pero si Rose llega tarde me quieres sacar los ojos!

—Calmate, por favor.— pidió Jungkook con los dientes apretados. Ella bajó la cabeza por un momento y pareció respirar profundo, luego la volvió a levantarla y asintió dándole una pequeña reverencia. Se notaba que llevaban varios minutos discutiendo, y por lo que Jimin observaba siempre estaban en lo mismo.

—Si, lo lamento.— dijo suavemente. Él por su parte permaneció en su lugar, mirando sus botas de la suerte.

—No vamos a tener está discusión ahora, ¿Bien?— ella volvió a asentir— De acuerdo, Jimin puedes pasar a tu oficina, cuando Lalisa se retire hablaremos sobre el informe.

Él asintió en respuesta, dedicándoles una reverencia a ambos y siguiendo a su "oficina". En cuanto entró cerró la puerta y se apoyó de ella suspirando con algo de alivio y cansancio. No entendía cuál era la necedad que la prometida de su jefe tenía con él.

—Lo siento... Eh estado pasando por un mal momento y me han llegado tantos cuentos sobre ti que no se que tengo en la mente, pero lo lamento de verdad, solo... Me gustaría que tuviéramos un fin de semana para los dos... Solos... Quizás podamos visitar la isla Jeju, o podríamos ir a Incheon...— escuchó la voz pausada de la pelinegra. Y realmente quiso salir corriendo de ahí.

Patito feo➫Kookmin©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora