trece

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Fuyumi se encontraba recargada en la motocicleta de Smiley, observando atentamente como su mejor amigo hablaba con dos chicos de dragones negros y uno del Inagawa.

ㅡSeñorita Samui ㅡhabló el chico que anteriormente estaba junto a Inui, se paro delante de ella extendiendole un objeto que estaba rodeado con un pañuelo blanco.

ㅡ¿Qué es? ㅡcuestionó levantando la tela observando el objeto.

ㅡEs el arma que hirió a la señorita Koto, el dueño del objeto está muerto ㅡSamui agradeció asintiendo levemente.

ㅡHola, bonita ㅡsaludó Smiley empujando disimuladamente al chico que estaba delante de ella ㅡ. Ay, no te vi ㅡ El joven relamió sus labios alejándose de ellos, no sin antes hacer una pequeña reverencia en dirección de su jefa. Fuyumi levantó una ceja regañando a Smiley, a lo que este solo ensanchó su sonrisa tomando su mano ㅡ. Aún no entiendo cómo es que funciona tu trato con los Dragones Negros, pero no me quejo. Mi novia es jefa de la mafia, qué buen servicio.

Fuyumi rodó los ojos ante la etiqueta, pero decidió ignorarlo por el bien de su paciencia.

ㅡKori es Vicepresidente de la pandilla. No mantengo contacto con el Presidente, pero luego trataré de hacerlo. Aunque no lo creas, estoy viva gracias a ellos

ㅡY ahora gracias a Angry y a tu servidor, mi amor ㅡuna sonrisa se dibujó en su rostroㅡ. Por cierto, Hakkai dice que su hermana está mejorando.

Lo miró de reojo y luego a la unión de sus manos, soltando un suspiro mientras apoyaba su cabeza sobre el hombro del chico que parecía muy entretenido dibujando cosas en su palma.

ㅡ¿Qué estaban haciendo antes de venir? ㅡpreguntó, acomodándose mejor en su lugar, ocultando su rostro en el cuello del mayor y aspirando su perfume, haciendo que el otro soltara una risita al sentir su respiración contra su zona sensible.

ㅡTuvimos una reunión entre los capitanes y sub-capitanes ㅡcomentóㅡ. Sobre Kazutora y Baji y dónde podrían estar metidos. Chifuyu dijo que la mamá de Baji mencionó algo de quedarse en lo de los Hanemiya, pero todos sabemos que no hay forma de que decidieran quedarse en ese lugar.

La chica arrugó su frente, alejándose del hueco que había proclamado suyo y elevó su mirada hacia el pelinaranja.

ㅡ¿Por qué?

Smiley la miró con la cabeza ladeada en señal de confusión.

ㅡ¿No sabes la situación de Tora? ㅡpreguntó, genuinamente extrañado, a lo que la menor negó, incitandole a que hablara ㅡ. No es que no te lo quiero decir, bonita, pero creo que eso es algo que él debería contarte.

Fuyumi chasqueó la lengua y volvió a acomodarse en el cuello contrario, sintiendo el suave olor a vainilla que su perfume desprendía y que entraba por sus fosas nasales, como si buscara brindarle algo de paz.

Y funcionó, pues cerró los ojos y dejó que las manos del chico acariciaran con parsimonia su oscuro cabello, haciéndola sentir segura, como si nada malo le fuera a pasar.

Smiley suspiró, dejandole un pequeño, casi imaginario, beso en la coronilla y sonriendo cuando la escuchó quejarse por aquella acción.

Sus ojos se mantenían fijos en el techo de aquel local abandonado, con su espalda apoyada en una pared y sus brazos abrazando sus rodillas. Hacía unas horas Baji se había marchado para poder comprar comida y dejarle constancia a su madre que seguía vivo y que no se preocupara, por lo que ahora se encontraba solo con sus pensamientos carcomiendo su cabeza y haciéndole sentir tan miserable.

Hacía tiempo se había hecho a la idea de que estaba destinado a quedarse solo, sin un hogar, ni amigos y mucho menos una familia que velara por su bienestar. Incluso tuvo que aceptar, con pesar en su corazón, que Baji algún día lo dejaría, pues eventualmente se cansaría de su inestable yo; y no lo culparía.

Pero entonces apareció su dichosa hermana, y sintió el calor de un abrazo que hace años le fue rechazado. Sintió el pecho doler ante la preocupación en los ojos color arena de la chica, su boca secarse cuando la vio derramar lágrimas por sus palabras y su garganta doler al notar la forma en que asumía la responsabilidad de algo que no era su culpa.

Había sido cruel, y ahora se sentía mal. Quería buscarla y hablar con ella, preguntarle por qué tuvo que hacer lo que hizo, pero tenía miedo. Miedo de ilusionarse con tener alguien en quien apoyarse, que todo fuera mentira y que otra vez volviera a sentirse abandonado; miedo a que lo dejara solo y no volver a sentir calidez.

Sus ojos se aguaron al imaginar cómo hubiera sido su vida si ella se hubiese quedado. ¿Hubiese pasado noches enteras oculto bajo su cama abrazando una almohada mientras escuchaba los gritos de sus padres? ¿Hubiese conocido a los que en algún momento consideró mejores amigos?

¿Hubiese arruinado el cumpleaños de la persona que le tendió una mano y le regaló una sonrisa pese a lo problemático que era?

No había forma de saberlo, pero su mente se encargaba de creer escenarios en donde él vivía la vida que le hubiese gustado; una en donde tenía una hermana mayor que lo cuidaba y lo defendía, que le ayudaba con su tarea y que lo regañaba por no querer comer sus verduras. Una hermana que lo abrazaba cuando se ponía triste y peleaba con él por alguna estupidez de niños.

Un ruido lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo levantarse de su lugar y limpiarse las lágrimas con brusquedad mientras se acercaba hacia la puerta, encontrándose con su mejor amigo, quien al verlo le sonrió, pero no de la forma que era común en él, sino con algo nuevo.

Nervios.

ㅡ¡Kazutora! ㅡlo saludóㅡ. Mira, traje tus galletas favoritas.

ㅡ¿Qué hiciste? ㅡpreguntó, cruzándose de brazos.

Sin embargo, antes de que el pelinegro pudiera excusarse, una tercera persona hizo acto de presencia en el lugar.

Su rostro se deformó en una mueca de genuina confusión al verlo frente a él, con sus manos en sus bolsillos, su pose despreocupada, sus rubios cabellos teñidos desordenados y aquel parche que descansaba sobre su ojo izquierdo.

El menor lo miraba de una forma que él no podría describir, pero por unos segundos se sintió pequeño y quiso ocultarse tras Baji, pero antes de que pudiera hacer algo, el menor de los tres se acercó hasta quedar a una distancia prudente del bicolor y tomó aire, con su rostro relajado y una pequeña sonrisa que lo intimidaba aunque no quisiera admitirlo.

ㅡTenemos que hablar, Kazutora.

Angel | Nahoya Kawata |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora