dieciocho

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El silencio en aquella plaza era tétrico. Todo lo que se lograba escuchar eran los irritantes ruidos de los columpios y las hojas de los árboles siendo acariciadas por el viento -y dos chismosos jóvenes con complejo de gato que se habían mantenido encima de una rama para escuchar la conversación de los hermanos-.

Fuyumi estiró su mano para poder apoyarla en el hombro del menor, sintiéndolo temblar bajo su toque. Se preguntó qué tan mal lo había pasado en la correccional como para llegar a reaccionar de esa manera por un solo roce.

Mataría a la persona que se hubiera atrevido a hacerle algo.

Kazutora sentía que en cualquier momento vomitaría los nuggets que Keisuke le había dado a escondidas de Chifuyu. No por aquella revelación, sino por todos los acontecimientos que ocurrieron los últimos días. Quería llorar, golpear o quemar algo y encerrarse en la habitación del rubio siendo mimado por Peke J.

ㅡMayuko confiaba ciegamente en su hermano y su esposa Ayaka, y pensó que las únicas personas capaces de darte una mejor vida que ella eran ellos.

ㅡ¿Sabes cómo fue con eso? ㅡsoltó el bicolor con una risa que para nada era de diversión, la pelinegra frunció el ceño ladeando la cabeza, haciendo que el contrario suspirara y negara la cabezaㅡ. No importa, continúa tu historia.

ㅡKazutora, ellos... ㅡsu garganta dolíaㅡ. Quiero decir, ¿alguna vez...?

ㅡ¿Me golpearon? Solo una vez. Estaban peleando, y no quería que él la volviera a golpear, así que me puse frente a ella para que no la lastimara.

ㅡ¿Cuándo sucedió eso?

ㅡCuando tenía siete años. Luego de eso, decidieron divorciarse y bien... eso es todo ㅡsuspiró, apartando delicadamente la mano de su hermana de su hombro.

La mayor quería asesinar a su tío, y lo haría en cuánto pudiera, de eso estaba completamente segura.

Suspiró y se levantó de su lugar, llamando su atención y la de los otros dos sobre el árbol y se posicionó frente a él, para acto seguido dejarse caer sobre sus rodillas, con la cabeza ligeramente agachada y ambas manos apretando sus propios muslos.

ㅡSé que no lo merezco, pero solo quiero pedirte una oportunidad, Kazutora ㅡlevantó su cabeza, dirigiendo sus aguados ojos hacia el mencionado ㅡ. Eras y eres todo para mí, no ha pasado ni un día en que no piense en ti. Por favor, déjame ser la hermana mayor que necesitas y mereces, prometo no volver a soltarte.

Odiaba llorar, se sentía tan estúpida al hacerlo en un lugar público, pero simplemente no podía evitarlo.

Veía a Yuzuha con Hakkai, y Mitsuya con Mana y Luna, y deseaba sentir lo que ellos cuando los veía sanos y salvos junto a ellos. Poder decirle que está orgullosa de ser su hermana mayor y que pudiera acudir a ella cuando alguien le gustara; ver películas y pelear porque no comió todo lo que le sirvió, o porque se revelaba ante ella.

Lo escuchó levantarse de su lugar y temió que se marchara y la dejara sola, sin embargo aquel sentimiento se marchó cuando lo vio arrodillado frente a ella, con sus ojos brillosos y sus labios temblorosos, y entonces se rompió.

Le dolía verlo tan vulnerable, pero no pudo decir nada. Se mantuvo callada hasta que el menor se decidió a hablar por primera vez en varios minutos, tomando una gran bocanada de hambre.

ㅡ¿Sabes hacer yakitori? ㅡpreguntó, haciendo que la mayor lo mirara extrañada, notando un pequeño rubor en sus mejillasㅡ. Hace mucho tiempo no como uno.

No lo dijo, pero estaba implícito. En la forma en que jugaba con el borde de su chaqueta, el cómo buscaba evitar a toda costa mirarla directamente y la pigmentación en su rostro; un te perdono, aunque no has hecho nada que la hizo olvidarse de todo y simplemente lanzarse a abrazarlo.

Por su parte, Kazutora no pudo evitar tensarse, aún se mostraba reacio ante las muestras de afectos. De todas formas, aquello no evitó que le devolviera el abrazo a la mayor; aspirando su aroma y sintiendo la calidez que le entregaba, sintiéndose seguro en los brazos ajenos.

Ambos estaban tan ensimismado en su reconciliación que ni siquiera prestaron atención a los sollozos que los dos intrusos soltaban, sumándole también los de Takemichi a través del teléfono del menor de todos.

ㅡJoder, yo quería adoptar a Kazutora ㅡse quejó Chifuyu, samarreando con violencia el brazo de su ex capitánㅡ. ¡Baji, ya no podré leerle mangas para que se duerma!

ㅡ¡Chifuyu, cállate! ㅡgruñó el mayor, sin embargo su voz sonaba heridaㅡ. Nos van a escuchar y será tu culpa.

ㅡPero Baji...

ㅡLuego lo secuestras, ahora calla que no los oigo.

Dicho eso, el pelinegro intentó acercarse un poco más, sin embargo todo lo que logró fue caerse de la rama, aterrizando en el césped con un seco golpe que alarmó a los hermanos, quienes se separaron y, solo cuando oyeron el tono de preocupación del rubio menor, se acercaron a donde se encontraba tendido.

ㅡ¿Por qué? ㅡfue todo lo que preguntó Kazutora, levantando su cabeza para observar en forma de reproche al ojiverde.

ㅡ¡Baji, te dije que no los espíes! ㅡnegó el menor, fingiendo decepción.

ㅡBaja de ahí, rubiecito bonito ㅡhabló Fuyumi, y por primera vez Chifuyu sintió que debía respetar a alguien más que no fuera Keisuke.

ㅡBien, compañero, fue bueno conocerte ㅡfinalizó la llamada y bajó con cuidado de su lugar, pero a mitad de caminó tropezó y acabó de espaldas encima de su mayor, soltando un quejido.

ㅡMuchachos, Baji murió ㅡmencionó la mayor de todos, escuchando al pelinegro quejarse de dolorㅡ. Oh, falsa alarma.

ㅡMalditos chismosos ㅡ gruñó Kazutora, pateando suavemente a sus amigos para después dirigirse a su hermanaㅡ. Pero sí sabes hacerlos, ¿verdad?

Fuyumi rió y pasó sus brazos por los hombros contrarios atrayéndolo hacia ello, ignorando a los dos chicos aún en el suelo. Kazutara arrugó su nariz y la mira seriamente.

ㅡPor supuesto que no sé cocinar, Kazutora. De no ser por Kori ahora estaría muerta por desnutrición... o alto colesterol ㅡcomentó, soltando su agarre para ir a ayudar a los accidentadosㅡ. Pero puedo aprender a hacerlos si es lo que deseas, no tengo problema, pequeño.

Le regaló una tierna sonrisa, y por primera vez en mucho tiempo, Kazutora se planteó la posibilidad de por fin tener alguien en quién apoyarse.


Angel | Nahoya Kawata |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora