SUSURROS

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Después de nuestro acuerdo, fui a leer a la torre aunque me fue imposible concentrarme, cuando llegó la hora de la cena bajé al comedor, busqué a Víctor en la mesa de maestros pero no estaba ahí, y no apareció en toda la hora de la cena, por ninguna parte.
Era extraño, el siempre cenaba junto a los demás profesores.

Después de la cena subí a mi habitación y como es habitual tomé una ducha y me puse la pijama, hacer las tareas también me fue imposible, así que fui a la cama temprano y fingí dormir, hasta que todo el mundo se hubiera acostado. 

A las 11:00 pm no se escuchaba ya un solo ruido aparte de algunos ronquidos, me puse las pantuflas y salí sigilosamente de mi habitación.

No sabía muy bien si nuestra cita aún seguía, porque Víctor no apareció en toda la noche, aún así crucé el campo y llegué a su habitación, la tercera a la izquierda y toqué, suavemente Apenas con el dedo índice.

La puerta se abrió rápidamente como si estuviese esperándome, impaciente. Aunque apenas se abrió una rendija, me tomó de la mano y me introdujo apresuradamente a su habitación semi oscuro cerrando tras de mí suavemente.

Víctor me sonrió juguetonamente, feliz de verme ahí. Llevaba puesto una camiseta blanca de algodón y un pans.

Contemplé su hermosa sonrisa de dientes perfectos y solo quería besarlo. Un deseo que no me negué, coloqué mi mano en su mejilla y besé sus suaves labios.

—Hola. —susurró sobre mis labios. —Te extrañé.

—¿dónde fuiste? Estuve buscándote.

—tuve que salir. —contestó. Aún manteniendo nuestro abrazo. Por alguna razón no me quedé conforme con aquello.

La habitación de Víctor era bastante acogedora, la cama de madera en el centro, las paredes estaban decoradas con dos cuadros de pinturas renacentistas de hermosos de ángeles, pero lo que me llamó la atención fue su biblioteca, que me atrajo como iman, había un estante lleno, me impresionó su colección de libros.

—¿Los has leído todos? —cuestioné pasando mi dedo indícese por los títulos, reconocí algunos, clásicos en su mayoría.

—Así es. —respondió, se recostó de brazos cruzados sobre el estante mientras me miraba. —El último que leí está sobre mi mesa de noche.

Busqué con la mirada y vi sobre su mesa mi libro de poesía. Y sonreí para mi misma. La imagen de él leyendo mis poemas favoritos antes de irse a dormir me agradó, me giré para enfrentarlo.

—Es diferente a lo que sueles leer, no?

—Lo que suelo leer antes de dormir es la biblia y la verdad es que no es muy diferente.

Enarqué una ceja.

—¿Estás comparando poesía con la biblia? En la biblia hay mucho dolor y sumisión, Víctor. —remarqué. 

—Si es cierto pero ya sabes...no hay placer sin un poco de dolor. —respondió, había  deslizado las palabras sobre sus labios lentamente de forma profunda y sensual.

—No me digas, ¡Eres un masoquista!. —bromeé, él sonrió y sacudió la cabeza.

—La biblia puede ser...interesante si se ve desde un ángulo diferente.

Nuestras miradas se habían unido en una conexión lasciva y cómplice, era excitante estar en la misma sintonía, y saber que mis pensamientos también eran los suyos.

—¿Vas a confirmar mi teoría que hasta la biblia puede sonar erótico en tus labios?. —le desafié.

Se alejó del estante donde reposaba su cuerpo y vino a mi con su alta figura imponente, muy cerca, sus dedos recorrieron mi mano que reposaba sobre la mesa frente al estante, y avanzó posicionándose atrás de mí para hablar sobre mi oído.

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora